E imaginan que este año fuera el que trajera la semana laboral de cuatro días? Se cumpliría el sueño de cualquier currito de a pie; fines de semana largos durante todo el año. Parece una locura. Pero también lo era hace 120 años la jornada laboral de 8 horas. Todo parecen ventajas; conciliación laboral y familiar, y reparto de la riqueza con más trabajo al surgir un nuevo turno de fin de semana. La propuesta ya se está poniendo en práctica en países como Nueva Zelanda, y hay tecnológicas que lo llevan a cabo con éxito. Pero aquí parece, de momento, ciencia ficción. Con un trabajo tan precarizado, de alta temporalidad, salarios de miseria y baja productividad podría ser más conveniente no empezar la casa por el tejado. Primero, pagas dignas y horarios sensatos, y luego, hablamos. Además tampoco queda muy claro qué ideas tienen para el sueldo. ¿Se pretende que los empresarios mantengan las nóminas con menos horas, y además tengan que hacer más contrataciones para suplir la reducción de horario? Todo apunta a que, a menos días de trabajo, menos ingresos. Y como tendríamos más tiempo libre para gastar, todavía nos cundiría menos el jornal. O sea, minijobs para todos. La propaganda de la patronal dice que con la nueva fórmula habría que cobrar un 20% menos. Pero si los currantes que van de lunes a viernes, trabajasen los sábados ¿ganarían un 20% más? ¿A qué no? Aquí falla algo.

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