N cartel atribuido a una concejala del PSC donde se plasma el retrato de Salvador Illa presentándolo como "vacuna contra el independentismo" no parece la forma más ética de postularse a president sin el estigma de querer sacar usufructo de su paso por el Ministerio de Sanidad. El dardo roza además la ignominia. Sacar pecho de una gestión sería totalmente lícito de no ser porque el licenciado en Filosofía no llega de lidiar los problemas habituales del ramo sino todo un drama. La mayor desdicha sanitaria de la edad contemporánea que ha dejado un reguero de miles de cadáveres, incluidos los que su departamento se ha negado a contabilizar. Si siempre decimos, y de eso por aquí sabemos mucho, que arañar votos a cuenta de las tragedias bordea la inmoralidad, es comprensible que a familiares y allegados de víctimas del covid, este movimiento sinuoso de Sánchez les produzca, dicho de manera benevolente, estupor. Amén de que sus propios protagonistas negaron el desenlace tantas veces como otro Pedro a Jesús horas antes de que cantara el gallo. Claro que el soberanismo busca rascar amparándose en los réditos que puedan aportar líderes como Puigdemont, con quien Illa compite hasta en cómo atusarse el cabello. Pero mientras unos penan entre rejas o exiliados, al socialista se le propulsa tras una odisea en tela de juicio y cuando aún no se le adivina la puerta de salida. Otra muesca más en eso de ir de social y querer pasarse de listo. isantamaria@deia.eus