L runrún es más débil, pero, como ocurre en todas las crisis, se oyen voces que claman por tocar los impuestos para hacer frente a la borrasca. Y como casi siempre no hay ninguna propuesta que supere el debate ideológico y las diferentes sensibilidades políticas de cada cual. La derecha sostiene que es momento de bajar impuestos para que las familias y las empresas tengan más dinero en el bolsillo. Y la izquierda plantea subir los impuestos a los que más ganan para que la Administración disponga de recursos suficientes para atender a los más necesitados. Los primeros obvian que la incertidumbre es tan elevada en estos momentos que no hay garantía de que el dinero disponible mueva la rueda de la economía. Es más, el parón del consumo durante el confinamiento y la ansiedad ante el futuro han disparado el ahorro en Europa a "niveles sin precedentes", según el Banco Central Europeo. Los segundos, la izquierda, olvida por su parte que los cambios fiscales que tienen incidencia en las arcas públicas son aquellos que afectan a las rentas medias, que como tales son las más numerosas. Además, cualquier modificación tributaria no entraría en vigor hasta el próximo año y, por tanto, no aliviaría las urgencias actuales. Con la particularidad de que todo estará en el aire hasta que se resuelva la crisis sanitaria o el covid deje de ser una amenaza. Así que al pianista, a Hacienda, de momento no le queda otra que seguir interpretando la misma melodía fiscal y tirar de ahorros y deuda.