Í, lo siento mucho, pero ya está aquí septiembre, el mes más odiado por todo lo que nos viene encima. Para la gran mayoría -también hay afortunados que disfrutan ahora de sus vacaciones- significa la vuelta al cole en todos los ámbitos. Y no descubro nada si digo que si nos comportamos como lo hemos hecho en agosto, pues que Dios nos pille confesados. El pasado viernes, la consejera de Salud, Nekane Murga, confesaba que sentía mucho si no se había explicado bien, que si seguimos empeñados en estar más de 15 minutos sin respetar la distancia ni usar la mascarilla lo estamos haciendo mal y advertía que la vuelta al trabajo significará un momento de riesgo mayor que el que hemos tenido este verano, y ahí están los datos para ver que lo hemos hecho rematadamente mal, y el botón de muestra es que una treintena de personas, entre 40 y 65 años están luchando por la vida en las UCI de los hospitales vascos, seguramente tras haber estado en un bar o en alguna fiesta sin mascarilla. Y, pese a todo, no hay día que no salgan noticias de fiestas o encuentros multitudinarios, a pesar de las advertencias y los preocupantes rebotes. Parece extraño y mentira pero hay muchos que no acaban de respetar los consejos y las obligaciones que tenemos para tratar de plantar cara al maldito virus mientras esperamos la vacuna como agua de mayo. Parece claro que en la desescalada nos tenían que haber metido imágenes de las UCI hasta en la sopa. Quizá así nos habríamos puesto las pilas.