ODO empezó el 15 de marzo, pero ya está bastante claro que nos va a robar el mes de abril, como cantaba Sabina. Nos va a robar la posibilidad de abrazar a esos familiares, amigos y amigas que se nos hacen mayores. A Izaskun, a Joshe, a Aintzane, a Bego, a Pedro, a Bea, a Arantza, a Itziar, a Geni y a otra Itziar, a Imanol... Nos va a robar unas vacaciones de Semana Santa que pasaremos recluidos en nuestros domicilios. Nos va a robar el encanto de esas excursiones con destino o sin él. Nos va a robar el sueño de realizar el viaje de nuestro sueños a ese lugar paradisíaco, o no, pero que nos había hecho marcar en rojo toda una semana de esta hoja del calendario que sigue en negro absoluto. Nos va a robar la posibilidad de realizar los primeros paseos primaverales, de gozar de la luz del sol de manera directa, de caminar sobre la arena de la playa, del olor de la hierba húmeda, de subir a ese monte que, por hache o por be, siempre se nos resiste, de remontar el curso de ese río envueltos entre brumas matinales. Nos va a robar, o por lo menos a los más marchosos, la celebración de las primeras fiestas del año, esas que dicen que el buen tiempo se acerca y que los temporales invernales han quedado atrás. Va a intentar robarnos la esperanza y la alegría, pero eso no lo conseguirá. Ni el coronavirus que siega vidas ni todos los que quieren aprovechar la situación para seguir robándonos.

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