EN esa parte de todo programa de entretenimiento que es el teléfono de aludidos dice Zelensky, el presidente ucranio, que a él solo le presiona su hijo de 5 años. O Donald Trump, que es como un pandillero peligroso con hilo directo presidencial. Al funcionario que denunció esa llamada a Zelensky de vocación violenta para investigar al hijo de Joe Biden, rival demócrata y manteado por la popularidad, le ha amenazado vía Twitter el propio presidente avisando de “graves consecuencias” para el señor o señora que acabó denunciando al berraco que habita la Casa Blanca. “¿Acaso estaba espiando al Presidente?”, escupe por la comisura del tuit ese Donald que ha hecho de la cretinez carrera política gobernando un país entero como el que manda en el negocio familiar. A Zelensky, otro populista pero con menos ínfulas y apenas cuatro meses en el cargo, no le ha entrado la verborrea crónica de su aliado atlántico. Ambos con ninguna experiencia política antes de presidir sus respectivos países representan dos outsiders de la política: Zelesnky fue actor de comedia, como Ronald Reagan, cuyo caballo representó el camino más corto para llegar a la presidencia. Hay mandatarios y luego están estos dos de enfoque sencillo llevando al extremo esta política líquida, moda mundial, que nos está poniendo a todos perdidos. Mientras, el Pentágono jamás y de macarra, se pareció tanto como hoy a lo que viene a ser un polígono.susana.martin@deia.eus