SUPERADA la depresión de la tumbona (esa que impide desconectar), en septiembre toca el síndrome posvacacional. ¿De verdad existe? Pito pito gorgorito, pues va a ser que no. Que lo que de verdad existe es la tontuna excesiva. Y el trabajo deprimente, por supuesto. Dicen los estudios que estos días aparece apatía, cansancio, falta de energía, dificultad para concentrarse, trastornos del sueño, nerviosismo e incluso tristeza. Lógico. Todos queremos cobrar y no ir a currar. Hay mucho flojeras que valora como un trauma volver al trabajo y que se cree a pie juntillas las consideraciones de supuestos expertos que elevan cualquier chorrada a categoría superlativa. Millennials -el grupo que más se deprime está entre los 25 y los 35- que devoran programas basura donde triunfan maromos sin dar un palo al agua y donde el culmen del éxito es haberse acostado con más chonis. Trabajar es el precio que pagamos para mantener nuestro estado de bienestar y claro, cuesta. Como estamos llenos de relojes internos llamados biorritmos (hormonales, neurofisiológicos, etc.), que deben estar bien sincronizados para que todo marche; los cambios desincronizan las manecillas y nuestra vitalidad se va al garete. Pero ¿saben el remedio para curar el síndrome posvacacional? No es nada recomendable y se llama paro. Así que si usted ha vuelto a trabajar y no se siente mal, tranquilo. No es un bicho raro.

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