Un niño se va hundiendo en el mar mientras la imagen de la embarcación en la que viajaba va desfigurándose en las aguas revueltas por decenas de brazos y pies que intentan mantenerse a flote. A un lado, ve aproximarse la quilla de un barco de rescate que llega demasiado tarde para él. A medida que va sintiendo cómo sus pulmones arden por la falta de aire, su cabeza empieza a recorrer los pasajes de su vida; como es tan joven, no ha tenido apenas vida que recordar, así que en su caso esa película se compone de la vida con la que ha estado soñando antes incluso de tener uso de razón. El niño ve cómo el barco de rescate llega unos minutos antes de lo que en realidad ha llegado y cómo una mano entra con fuerza en el agua, le agarra del brazo y lo levanta a una lancha; se ve llegando a un puerto, donde lo reciben con mantas y alimentos; por su cabeza pasan en segundos meses de estancia en un centro de acogida hasta que lo llevan a una casa con otros chavales de su edad, donde empieza a recibir clases como en la escuela que tan poco pudo visitar en su pueblo; se ve ilusionado, pensando que ese es el camino; y ve que al cumplir los 18 años, empieza a trabajar en una fábrica de automóviles, de la que sale por las tarde para encontrarse con María, la chica con la que está buscando un piso para vivir juntos; y luego se ve conduciendo un coche para ir a una fiesta con los amigos, a bailar, a reír, a soñar... y ahí, justo ahí, toca fondo, se nubla todo, y se va.