EN medio de la calorina, el verano nos sirve una sesión de investidura que nos confirma que sí, era posible aburrirnos del aburrimiento que ya nos produce la ingobernabilidad de España. Pero los gobiernos imposibles no son fenómenos meteorológicos que suceden sin remedio, algunas veces, los presidentes no quieren serlo, al menos de determinada forma. Así que, tras el discurso universal que nos endosó ayer Pedro Sánchez, nada parecía más claro que un ejercicio de escapismo que después vino a rubricar la petición al PP y a Ciudadanos de la abstención. Suplicar estas cosas a tres metros de tu posible aliado de gobierno no tiene un pase: Sánchez se escapaba de Iglesias como de la peste, la misma que renunció a ser ministro, pero su parentela, también la política, llama a la puerta con un manual de instrucciones confeccionado en la cocina de Galapagar. La noticia de la semana, si acaba cristalizando el famoso y de momento fantasma gobierno de coalición, estará en esas escalinatas de la Moncloa en los previos del Consejo de Ministros del viernes, nada que ver con ese primer Ejecutivo tras la moción de censura, monocolor, con atrezzos de vestuario en rojo y morado. Como una premonición y en el estreno, habrá esta vez actores de Unidas Podemos en una imagen donde será el propio Sánchez, como un Houdini en todo el medio del circo, sin escape pero con permanencia, el único loco por no salir en la foto. Todavía está por ver.

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