SI nos llegan a decir que el fin del bipartidismo era esto, nos hubiera sonado a chiste: cinco líderes sin solidez, un pentapartidismo patético y donde ninguno llegará ni siquiera casi solo. Sánchez, que como el Volvone lo resiste todo menos la ambición, Casado al borde del exorcismo, Rivera empeñado en el plano americano, Abascal con su insuficiencia justiciera, e Iglesias de baja y con el partido en la UVI. El panorama es tan sombrío pese a esta política tontiloca que ni siquiera consuela la volatilidad de un voto de derechas, atomizado en las urnas y unido tras el banquete electoral. El lanzador oficial de huesos de aceituna asegura que a pesar de la Semana Santa, el PP saldrá a hacer campaña “como Dios manda”, que es como lo hace todo el PP, como manda Dios, Fraga o Aznar. Casado lleva demasiados meses intentando parar un golpe que, curioso, fue inevitable cuando le fue a parar a él en la cabeza. Llega una campaña de ruido con extrañamente demasiados amigos íntimos declarados, igual que las familias numerosas, como Dios manda y con los votos que Dios nos dé. Ayer, Chiquito de la Calzada recibió la medalla de oro de las bellas artes. Si llega a ver esto, lo mismo nos coreografía las campañas que se presenta a Moncloa. Bien mirado, nos reiríamos más que con esta orografía política de chiste y sin puñetera gracia. El voto, a veces como el matrimonio “como Dios manda”, es de las pocas cosas que pensamos de verdad. Pues pensemos. susana.martin@deia.eus