LA alegría dura muy poco en la casa del pobre. En este caso, del débil, de Pedro Sánchez. Sin reponerse de los merecidos halagos por la exitosa Cumbre de la OTAN, de la incuestionable proyección internacional que le supone ese abrazo agradecido de Biden después de ver cómo España aceptaba sus exigencias militaristas, el presidente se desangra por la herida de un Gobierno cada día más partido en dos, que sobrevive por una interesada conveniencia compartida, y bajo una amenazadora hemorragia económica. Solo le queda el alivio del supuesto viento fresco de Yolanda Díaz, su amuleto. A los lados, nubarrones. Por la izquierda, la rebelión ideológica de Unidas Podemos, esta vez por el gasto desbordado en Defensa. Por la derecha, esa daga a modo de Ley de Memoria Histórica que saldrá adelante con el respaldo de EH Bildu, casualmente 25 años después del aquel cruel asesinato de Miguel Ángel Blanco que la izquierda abertzale de la socialización del sufrimiento jamás condenó ni repudió, y cuando sigue fresca en la retina la agresión sanferminera de radicales al alcalde y ediles de Iruña, de fácil eco en Madrid.

Este veraniego julio de playas atiborradas y hoteles llenos asegura emociones políticas, algunas interminables por manidas. Vuelven los salseros ingredientes de las peleas vecinales entre socios, del diálogo catalán para salir del bucle, del denigrante “tema de la hostia” de Villarejo sobre Pablo Iglesias que enfanga más si cabe a las cloacas policiales y a Dolores de Cospedal, o de la búsqueda desesperada de un urgente tratamiento quirúrgico contra la asfixia inflacionaria y la angustia energética que asoma para otoño. Por el medio, el testarudo desafío de Laura Borràs a los principios de la ejemplaridad institucional y democrática que sonrojan hasta en su propio entorno. Con todo, nada comparable a la trascendente puesta de largo de Sumar delante de la sociedad civil, a modo de “dejadme sola” y con un claro mensaje a propósito de que sombras, ninguna. Así compareció ayer esplendorosa Yolanda Díaz

durante su esperada puesta de larga para desazón de muchos de los líderes de Unidas Podemos que siguen debatiéndose en su duda hamletiana entre sonoros retortijones.

Todo hará falta para una izquierda progresista que empieza a flagelarse porque intuye amenazantes nubarrones sobre su futuro. PSOE y Unidas Podemos siguen lavando sus trapos sucios en la plaza pública con excesiva asiduidad. Ahora bien, que nadie imagine la inmediata antesala de una ruptura dramática, aunque ya son decenas los cargos socialistas que empiezan a hartarse de este hostigamiento infinito. Es Margarita Robles quien está en la diana preferente de UP. La ministra enerva al espíritu íntegro del 15-M. Y tampoco aquí la sangre llegará al río. En el caso de Belarra, instando irritada a una urgente reunión de la comisión del pacto de gobierno, son meros fuegos de artificio. Bien sabe ella que solo le queda el recurso del pataleo porque fuera del poder hace mucho frío. Además, en el caso de incendio por ahí aparece Yolanda Díaz para decir que en cuestiones de estado mayor le basta a ella un mano a mano con el presidente para apagar las llamas. En cualquier caso, esas terminales mediáticas que tanto preocupan a Sánchez lo tienen fácil con esta sucesión encadenada de borrascosos desencuentros que desgastan sobremanera la credibilidad del Gobierno y, sobre todo, oscurecen su gestión para regocijo de un PP cada vez más cómodo en las encuestas.

Sin embargo, atención a un Sánchez herido y enrabietado. Se sabe ungido de incienso en la prensa internacional y con esa pátina endulzará esa radiografía del país que se le empieza a sublevar. Lo hará durante su estreno en el debate del estado de la nación. Un formato siempre propicio para mayor gloria del presidente y en este caso favorecido por la ausencia de un líder sólido en la oposición. Por eso, un patinazo ante Cuca Gamarra y Abascal encendería las alarmas, incluso si no ganara por goleada. Hasta puede resultar un fiasco, quedar todo reducido a otra oportunidad fallida cuando debería encararse con visión estadista retos nucleares de incuestionable trascendencia. Es muy previsible que vuelvan a anteponerse las dos versiones de una misma realidad y la manifiesta desgana por posibilitar siquiera un exiguo punto de encuentro. Un patético espectáculo jalonado por el cruce de reproches que conformarán en demasiadas intervenciones una insoportable algarabía. Nubarrones que mancillan la esencia del auténtico parlamentarismo.