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En confianza

Javier Vizcaíno

Ser socio leal de Pedro Sánchez

Es verdad que ser socio de Sánchez suele salir a cuenta. Su endémica debilidad aritmética, unida a su determinación de pagar lo que sea a cambio de seguir durmiendo una noche más en Moncloa, ha hecho posible arrancarle cuestiones de mucha enjundia. Otro asunto es que, no pocas veces, haya sido necesario mandarle al cobrador del frac ante sus remoloneos para cumplir lo prometido, o que también haya sido frecuente negociar la misma cosa varias veces antes de que acabe soltándola. Es significativo, al respecto, que este comportamiento lo sufran especialmente los aliados más formales y leales o, lo que es lo mismo, los que, por mucho que los pinten como sablistas insaciables, actúan con responsabilidad y tratan de evitar el reventón gubernamental. Por si no se ha entendido, hablo principalmente de PNV, Esquerra, BNG y, a ratos, EH Bildu. Sintomáticamente, el trato del autoproclamado capitán de la nao socialista hacia la formación que peor vida le da (lean Junts) es muchísimo más atento, rozando la sumisión, que el que dispensa a esos otros grupos que, por quemados que estén, jamás van a romper la baraja. Se trata de una dinámica perversa que se instaló en el mismo instante de la moción de censura contra Rajoy y que se ha ido envileciendo en espiral. El resultado contante y sonante es que los puñetazos encima de la mesa y las subidas de tono en las quejas de los partidos que actúan de buena fe se quedan en mero derecho al pataleo y amenazas de incendiar Troya que, salvo en cuestiones menores, no llegan a concretarse. Y eso lo estamos viendo con particular claridad desde que al PSOE y al Gobierno español les estalló el cerdanazo hace justo una semana. Indudablemente, hemos escuchado duras palabras en labios de los portavoces de las fuerzas de que les hablo, como no puede ser menos ante unos hechos de una gravedad extrema. Sin embargo, se hace difícil creer que, aunque sobren los motivos, se vayan a materializar los avisos. Ya veremos.