Es urgente que se desactive la bomba de relojería echada a rodar con una mezcla de torpeza y afán de protagonismo por el PSE (o, seamos justos, por algunos de sus portavoces), propagando una interpretación retorcida y falsaria de la pregunta en voz alta del lehendakari Pradales sobre cómo afrontar la delicada cuestión migratoria. Como ya se está viendo, en ese barrizal generado por las lenguas que no saben estar quietas, con la colaboración imprescindible de ciertas terminales mediáticas que, además de contribuir con entusiasmo a la visión negativa de los migrantes desde hace mucho, se complacen en amplificar groseramente cualquier diferencia entre los partidos que comparten el gobierno de las principales instituciones vascas. Dos formaciones, PNV y PSE, que no diré yo que estén siempre a partir un piñón (sobre la anduezada de ayer, paso palabra), pero que, más allá de las posturas incluso antagónicas respecto a ciertos asuntos, coinciden casi al milímetro en muchas de las principales cuestiones del debate público, empezando por las políticas migratorias. En noviembre de 2024, casi ayer, el propio lehendakari y el presidente del Gobierno español consensuaron los principios básicos en la materia –todo, de puro sentido común– en un encuentro en que participó la delegada del Ejecutivo central, que tanta bulla ha montado y tanta ganancia ha regalado a los pescadores de río revuelto. Ahí tenemos, en primera línea de playa, al presidente del PP del terruño, Javier de Andrés, que ha aprovechado para sacar a pasear, en su loca competición con Vox por la primacía de la ranciedad, el argumentario de la pata negra xenófoba. Y, viendo el montón de ropa, tampoco se privó el líder indiscutido de EH Bildu, Arnaldo Otegi, de aportar su óbolo. Haciendo como que templaba gaitas, el de Elgoibar se preguntó beatíficamente “quién iba a cuidar de nuestros mayores” y a desempeñar “los trabajos que no queremos”. ¿Clasismo paternalista? Insisto: hay que parar esta deriva dialéctica.
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