Es verdad que rectificar es de sabios, pero no pude evitar enarcar una ceja cuando escuché ayer en Onda Vasca al líder de los socialistas vascos, Eneko Andueza, asegurando que él mantiene una posición neutral sobre la mejor opción para la conexión del TAV entre la demarcación autonómica y la foral. Está en las hemerotecas –y no desde hace un lustro sino apenas una semana– que Andueza se pronunció sin rubor a favor de Gasteiz en detrimento de Ezkio. No me dejarán por mentiroso sus propios compañeros de partido en su territorio de origen, Gipuzkoa, que lanzaron a su superior en el organigrama unas cuantas cargas de profundidad por lo que entendieron casi como una traición. Para compensar, los socialistas alaveses no ocultaron su alegría por el respaldo de su jefe a lo que vienen predicando.
Por ser justos, la disparidad de criterios al respecto según el territorio no es exclusiva del PSE. La hemos visto también en el PNV y, en alguna medida, en EH Bildu. En todos los casos, me resulta humana y políticamente comprensible que cada cual trate de barrer para su casa. Sin embargo, considero un error convertir el asunto en materia para el enfrentamiento. Máxime, cuando, como vienen dejando claro tanto el lehendakari, Imanol Pradales, como el presidente del EBB del PNV, Andoni Ortuzar, estamos hablando de una cuestión de país. Aunque haya intereses locales muy respetables, la decisión final debe ser la que, a partir de criterios objetivos cuantificables, suponga un mayor número de ventajas para Araba, Bizkaia, Gipuzkoa y, por supuesto, Nafarroa. Estamos hablando de costes, de dificultades técnicas y de tiempo de ejecución, pero sobre todo, de beneficios reales para el tejido social –y también empresarial, por qué no– de Hego Euskal Herria. A la espera de los informes técnicos que ya llegan con demora, es deseable que se impongan la altura de miras y la búsqueda del bien común. - Javier Vizcaíno