NO ganamos para torpezas y errores no forzados. Después del sainete de los digodiegos del PP sobre Puigdemont y la amnistía, nos encontramos con un recién exministro que renuncia al pedazo de curro que le había salido en un lobby que representa intereses contrarios a sus (proclamados) principios ideológicos. O, qué caramba, a su propia acción en el ministerio del que fue titular.

Se pregunta uno en qué momento y por qué le pareció a Alberto Garzón que nadie se echaría las manos a la cabeza ante su fichaje por una firma que se dedica a dar cobertura, previa generosa remuneración, a conglomerados con intereses –vamos a dejarlo ahí– que no redundan precisamente en el beneficio social.

La lastimera nota en que daba cuenta de su renuncia por el bien de la causa no mejora el pésimo retrato que se ha ido construyendo alguien que en sus inicios apuntaba a personalidad y ha terminado en personaje. ¿Qué carajo de reto dice que es estar en nómina de quien asesora, entre otros, al sector del juego, al que hizo frente como ministro?

Reflexionemos

Pero como lo cortés no quita lo valiente (y viceversa), también añadiré que este episodio nos muestra que va siendo hora de reflexionar sobre qué salidas darles a las personas que abandonan su actividad política.

Hasta donde llega mi conocimiento de causa, la acusación de ser beneficiado por las puertas giratorias siempre tiene que ver con las siglas. Si son los otros los que acceden a un puesto de postín, es corrupción sin matices. Cuando son los nuestros, entonces contemporizamos y proclamamos que no hay nada censurable en que tal o cual empresa requiera los servicios de un profesional cualificado. O, aunque no lo esté, de alguien que por ser lo que ha sido tenga un caché.

Mosquea, eso también es verdad, que en buena parte de los casos, incluido el de Garzón, el fichaje se dé en autotituladas consultorías que, en realidad, operan como grupos de presión y ejercen una suerte de chantaje legalizado sobre cuestiones que no son menudencias.

Pero como conozco a más de uno que ha salido de la política con una mano delante y otra detrás, insisto en que le demos media vuelta.