Siendo de Zarautz, le tiene que hacer especial ilusión exponer en el Photomuseum.

—Para mí es muy bonito exponer en Zarautz una vez más. Lo había hecho en otras salas, pero exponer en el Photomuseum es un nivel superior. Ver tus fotografías en un museo es una gran satisfacción. Creo que junto con la edición de mi libro EMOCIÓN, Fotos, vivencias y anécdotas de 20 ciclistas, es mi mayor triunfo en la fotografía.

¿Es diferente lo que se ve en las páginas del libro y lo que se ve en la pared, siendo la misma foto?

—En una exposición se aprecian mucho mejor. El tamaño de las fotos es más grande, la distancia para ver las fotos, los espacios, estás centrado únicamente en ver las fotos. Las fotos lucen mucho más.

Antes que fotógrafo de ciclismo, usted fue ciclista. ¿Cuándo se cruzaron las dos aficiones?

—En mis últimos años de ciclista en la categoría de aficionados comencé a sacar fotos a mis compañeros de equipo con una cámara compacta. Al año siguiente me compré mi primera cámara réflex y hasta hoy…

¿Lleva la cuenta de la cantidad de pruebas a las que ha asistido con su cámara?

—La verdad es que no. Durante el periodo desde el año 2001 al 2010 aproximadamente fui a más de 1000 carreras, ese fue el periodo más intenso. Pero llevo más de 30 años fotografiando carreras.

¿Disfruta igual en una prueba de cadetes que en un gran premio de élite?

—Es diferente. En una carrera de cadetes ves a las jóvenes promesas con toda su ilusión, es muy emocionante. Para muchos de estos, el terminar una carrera es un triunfo. En profesionales tienes a las grandes estrellas internacionales, el esfuerzo, lo más novedoso en bicicletas…

¿Todavía es posible hacer una foto que no se parezca a otra que haya hecho?

—Cada fotografía es un instante único, histórico e irrepetible. Partiendo de esa base, todas las fotos son diferentes. Siempre es posible hacer una foto diferente, pero hay que estar muy atento y saber innovar, buscar el lugar, la luz, el momento, la perspectiva adecuada…

¿Dónde está la parte más fotogénica del ciclismo?

—Para mí hay varias diferentes. Los paisajes, donde espero a que el pelotón pase en un lugar exacto dentro de los bonitos lugares que tenemos. Otras son las expresiones del esfuerzo, la alegría de la victoria, la dureza de las caídas, las formas que hace el pelotón, la afición animando… El ciclismo da mucho juego. El ciclismo es un deporte muy fotogénico.

¿La fotografía digital le ha quitado magia a su oficio?

—Le ha quitado la magia y la intriga, el tener que esperar para ver lo que has capturado, para ver el resultado final. Hoy en día es inviable, queremos ver la foto inmediatamente. Si pasan cinco minutos desde que has sacado una foto y la gente no la ha visto, algunas fotos ya no valen nada. Pero una buena foto es otra cosa, perdura para siempre, es igual que la veas al momento o dentro de muchos años, seguirá siendo una buena foto.

¿Sabe sin mirar la pantalla que ha hecho una buena foto?

—Normalmente, sí, pero siempre es mejor verla, por si acaso. Algunos instantes no se pueden repetir, pero algunas circunstancias te dan margen para intentar hacer una foto muy parecida.