NI dos horas después de que Irene Montero, en una perfecta imitación de la misma diputada de Vox que le insultó a ella, acusara en el Congreso de los Diputados a todo el PP de “promover la cultura de la violación”, el teletipo nos devolvió a la triste la realidad. La Audiencia de Bizkaia, decía el despacho de agencias, acababa de despachar la primera revisión de penas en Euskadi al amparo de la cada vez peor llamada “ley del solo sí es sí”. Y adivinen en qué sentido. Efectivamente, un violador al que le habían caído cuatro años y medio –que ya es una porquería para un acto como el que cometió– se ha visto agraciado con una reducción de 18 meses. Como berrean los charlatanes de las tómbolas, compren sus boletos porque siempre toca.

Es demencial que en el conjunto del estado nos acerquemos ya al centenar de condenas revisadas a la baja –en varios casos, incluso con excarcelación–, y la titular del ministerio de donde salió la ley llena de agujeros siga acusando a todo quisque de la cantada menos a ella misma. Que este servidor no es sospechoso de simpatizar ni remotamente con el partido ahora liderado por el mesías Núñez Feijóo, pero la imputación en sede parlamentaria de corresponsabilidad de las agresiones sexuales es una demasía intolerable. Máxime, cuando se viene de denunciar no sé qué gaita de “violencia política” en las Cortes pero, sobre todo, insisto, cuando la realidad tozuda nos baña con una sangría de revisiones a la baja gracias al caballo de Troya que se coló en una ley teóricamente promulgada para proteger a las mujeres de los depredadores. ¿Es que nadie va a enmendar el error?