EL 24 de septiembre de 2018, un tipo llamado Bara Ndiaye asesinó a su esposa, Maguette Mbeugou, de 25 años, propinándole 83 cuchilladas en su domicilio de Bilbao ante las hijas de ambos, que entonces tenían 2 y 4 años respectivamente. En diciembre de 2021, tras el correspondiente juicio, la Audiencia de Bizkaia condenó al individuo a 37 años de cárcel. Diez meses después, el Tribunal Supremo español ha rebajado la pena a 29 años. Lo lacerante es el motivo de la reducción. Sus doctas y frías señorías han retirado el delito de lesiones psíquicas a las dos menores argumentando que no se puede saber si el trauma de las pequeñas fue debido a haber presenciado el salvaje asesinato de su madre o, simplemente, al hecho de encontrarse abandonadas y solas en el domicilio. Para reforzar semejante tesis, en uno de esos tirabuzones de uso tan común en la llamada Justicia, se señala que no se ha probado que un médico prescribiera un tratamiento para las niñas, que exclusivamente recibieron terapia. Sí, ya lo sé porque lo he visto mil veces. Aquí es donde vienen los exquisitos del Código Penal a contarnos que lo que han hecho los magistrados del Supremo es aplicar la literalidad de la ley. Y, oigan, a otro perro con ese hueso, que estamos hartos de ver cómo con la misma ley se toman decisiones opuestas. Esto es una cuestión de falta de humanidad de quienes han sido investidos para impartir justicia. Con o sin toga, hay que ser muy retorcido y sentirse por encima del bien y del mal para poner en duda que ver a tu padre acuchillando 83 veces a tu madre no provoque lesiones psíquicas en criaturas de 2 y 4 años.
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