Limitar, no topar - Empecemos por una cuestión de procedimiento. Por favor, no digan “topar” cuando quieren decir “limitar”. Un precio no se topa; se limita. En todo caso, si nos pasamos por el arco del triunfo el principio de la economía del lenguaje y queremos usar varias palabras donde bastaría una sola, diríamos “establecer un tope” al precio de tal o cual producto. Pero nunca “topar”. Quizá me dirán que es una tontería de tiquismiquis porque, al final, todo el mundo capta el sentido, pero niego la mayor. Tenemos comprobado en infinidad de ocasiones que la forma acaba siendo más importante que el fondo. El diablo está en los detalles, y si alguien se hace el estupendo utilizando un verbo porque se ha puesto tontamente de moda, nos está dando pie a que nos pongamos en guardia: o es un ignorante, o es un borrego, o es un panoli con ínfulas. Y en esa cuestión aparentemente menor está mi primer motivo de prevención contra la propuesta de la vicepresidenta española y liderísima de ese proyecto incierto llamado provisionalmente Sumar para buscar el modo de que la cesta de la compra no sea un atraco consentido. Una y otra y otra y otra vez habla de topar el precio de los productos básicos.
¿Qué productos? - En esa denominación nos encontramos la segunda causa de sospecha. Hasta ahora no se ha especificado cuáles son esos tales productos básicos. Rizando el rizo, se ha llegado a hablar de una cantidad concreta -30- y, con un par, se ha añadido que serían “rotatorios”. Es decir, que ya no son 30 sino unos cuantos más. ¿Y cómo de básicos? Pues ahí también nos hallamos en el terreno de la indefinición absoluta. Yolanda Díaz menciona “productos frescos”, e incluso precisa “frutas y verduras”, pero resulta que la primera gran cadena de distribución que dice haber recogido el guante ha hecho una selección en la que lo más saludable es el pan de molde y unos cereales multiazucarados. No parece que cuadre con la idea, pero a la firma en cuestión (por la que yo tengo un gran respeto, ojo) le ha servido para conseguir un jugoso impacto publicitario con una inversión mínima.
Propaganda - Ahí sí que está la mayor vía de agua de la pomposa propuesta: solo hay terreno de juego para las grandes marcas del sector. La frutería, la carnicería o la tienda de ultramarinos del barrio no tienen modo de rascar bola. No, por lo menos, de acuerdo con el esquema que han planteado Díaz y su paje en esta lid, Alberto Garzón, cuyos únicos interlocutores están siendo los líderes de la distribución. Así, una buena idea, incluso necesaria, se queda en pura propaganda.