He aquí, a la vera de este escrito, un sueño dibujado. En la crónica le detallan lo que proponía aquel proyecto: la creación de un instituto mayúsculo y hermoso, en la zona de Mallona. No se sabe quién realizó el cuadro que todo lo detalla, pintado ahora hace un siglo, pero sí que se ubicaba, más o menos, allá donde estaba instalado el viejo cementerio. Era la luz del conocimiento imponiéndose sobre las tinieblas de la muerte. ¡Qué belleza!
En un itinerario descrito por Juan Laglancé a fines del siglo XVIII y con referencia al año 1778 se dice: “Para ir a esta iglesia (la de Begoña) desde Bilbao hay que subir al pie de doscientos escalones, los que van alternando con trocitos de cuesta hasta cerca casi de la iglesia, que termina con un buen pedazo de cuesta”. A finales del siglo XIX, al transcribir Labayru el texto de Laglancé, además de confirmar que todavía se sigue llamando Las Calzadas, dice que hasta la última meseta, frente a la iglesia, tiene 315 peldaños. Hoy se han ampliado a 351 escalones con 50 tramos, contando desde la plaza de Unamuno hasta la basílica.
A medio camino quería posarse este pájaro de luz. No se llevó a cabo el proyecto, sin saberse bien porqué. Al parecer, la ciudad quería ubicar el instituto en el corazón de la ciudad, en el nuevo Ensanche. ¿Más asequible para el pueblo? Seguro. ¿Menos hermoso? También. El cuadro que refleja lo que pudo ser y no fue es un recreo para la vista. Estaba localizado en el Museo Vasco y al ser condenado a los almacenes durante este tiempo de obras en el que ahora está instalado el museo, el Ayuntamiento lo pidió en préstamo para que le diese la luz.
Les propongo una reflexión. Si esto es una recreación cerremos los ojos y pensemos. ¿En un instituto allá arriba se hubiese librado la célebre pugna ente Miguel de Unamuno y Resurrección María de Azkue por la cátedra de euskera? ¡Quién sabe!