El científico James D. Watson, uno de los grandes, nos dijo, tiempo atrás, que la biología tiene al menos 50 años más interesantes. ¿Será este hallazgo, el de las proteínas con crisálidas, uno de esos puntos de interés de los que hablaba la ciencia? La hermandad entre la ciencia y la naturaleza se abre paso en los laboratorios de Cocoon Bioscience como si fuese portavoz de una de esas noticias que, muy de cuando en vez, cambian la vida. ¿Llegará a tanto tamaño descubrimiento, darán un giro a los laboratorios esta polilla de nombre casi extraterrestre: Trichoplusia ni. Se habla de la Crisbio y a los ignorantes se nos quedan los ojos como platos. 

En un mundo donde la ciencia avanza a pasos agigantados, aparece esa delicada línea que se traza en la frontera, en la encrucijada de la esperanza y el temor. Por un lado, la posibilidad de curar enfermedades que hasta hace poco parecían incurables; por otro, la inquietud de jugar a ser dioses en un laboratorio. Se lo dije antes, desde la ignorancia uno escribe con osadía y cualquiera de estos científicos avanzados pueden corregirme cualquier expresión. Son, eso sí, sensaciones que le nacen a uno en la cabeza o dentro del pecho, como prefieran verlo.

La biotecnología avanzada no solo se limita a la salud. También tiene un impacto significativo en la agricultura, donde se desarrollan cultivos más resistentes y nutritivos. En un mundo que enfrenta el desafío del hambre, estas innovaciones son más que bienvenidas. Pero, nuevamente, la sombra de la manipulación se cierne sobre nosotros. Los transgénicos han sido objeto de controversia, y no sin razón. La desconfianza hacia lo que no entendemos es natural, pero también es un freno para el progreso. Qué difícil es dar con el equilibrio. 

En este contexto, es fundamental que la sociedad se involucre en el debate. No es conveniente que la biotecnología se convierta en un juego de poder entre grandes corporaciones y gobiernos. La transparencia y la educación son claves. Es preciso entender lo que está en juego, no solo desde el punto de vista científico, sino también desde el humano. La curiosidad humana ha sido siempre nuestra mayor fortaleza, pero también nuestra mayor debilidad. En este camino hacia el futuro, es esencial que no perdamos de vista lo que nos hace humanos: la empatía, la ética y el respeto por la vida en todas sus formas. Si la polilla triunfa... ¡qué se coma los jerséis!