TOCA una puerta y te abrirán. Al otro lado hay otro mundo, como dijo el poeta. O podemos pensar que el error no está en soñar que existan jardines secretos, sino en soñar que tienen puertas. Doblan las campanas y anuncian la llegada de Open House, una suerte de mostrar ese Bilbao que no siempre está alcance. Ese es el prodigio de Open House, ya se lo dije: toca una puerta y te abrirán. Al fin y al cabo, como canta el argentino Andrés Calamaro, “la vida es una cárcel con las puertas abiertas”. Como si no nos atreviésemos a salir afuera, a cruzar la raya.

Ese Bilbao para enseñar que nos trae de la mano Open House tiene una y mil caras. El ayuntamiento de la ciudad avisó que los edificios más visitados el pasado fin de semana a través de ese ganzúa que nos sumerge en otros mundos han sido Torre Bizkaia, Ibaigane y el Palacio Olabarri. Tres ejemplos de postal, sin duda. Tres postales de ejemplo.

Pero en días como el de ayer hay otras maravillas que, sin ser tan tangibles, saltan a nuestros ojos. Al filo aproximado de las siete de la tarde se invocaron a los buenos espíritus en el corazón de la plaza del Arriaga desde donde partió un pasacalle por el Casco Viejo, que subió por las Calzadas de Mallona y llegar hasta el templo de la Amatxu. La romería fue espolvoreada por txistularis, el grupo de dantzas Erreka Ortu y la fanfarria Bertoko. Cerrando la comitiva la Junta Directiva de la Cofradía de Begoña, invitados y autoridades y el Romero de Honor de este año, Juan Carlos Rastrollo, presidente del Centro Extremeño y de la Federación de Casas Regionales con

sede en Bilbao. La tradicional romería a Begoña es, como alguno de ustedes sabrán, un magnífico edificio interior que nos conmueve por dentro y que tiene lecturas varias: la pura y dura religiosa o el canto de la tradición ese sentimiento que le mece a uno de un lado para otro. Hoy se escuchará la Salve de los txikiteros. El Open House del alma.