MALHERIDO tras el castigo de un ataque feroz de los indios Arikara y las fauces de un oso grizzly (la Real Sociedad y el Real Madrid, dicho sea sin segundas...), el Athletic llega al partido de esta noche como en 1823 llegó Hugh Glass, guía de un grupo de tramperos, al crudo invierno. Al ver la enorme dificultad de cargar con un moribundo, Andrew y sus hombres se vieron obligados a abandonarlo en el bosque con el hijo indígena de Glass, dos de sus hombres, y su propio coraje. He ahí un juego de espejos entre la situación con la que el Athletic acude hoy a Mestalla y la película El renacido, protagonizada por Leonardo di Caprio.

No quisiera uno caer en ese pecado tan propio de nuestra época, el spoiler, pero daría por bien pagada la gran familia athletitzale esta epopeya si el desenlace fuera similar al de la película de González Iñarritu, el cineasta mexicano que rodó el film y que gasta apellido de uno de aquellos oriundos de los años setenta. No sería la primera vez que los rojiblancos saliesen de un partido como los héroes del mismo, sobre todo en la Copa, su campeonato fetiche.

No lo hicieron hace once meses, donde cayeron en la batalla de Mestalla. Llegaban entonces los leones bajo el laurel de los césares, habida cuenta que habían tumbado en el camino a los bárbaros atilas del Real Madrid y el Barcelona en octavos de final y en cuartos. Se hablaba entonces, no como hoy, del gran Athletic de las proezas y Valencia se consideraba apenas un apeadero camino de la final. Allí hubieron de bajarse los leones. Otro espejo en el que puede mirarse el Athletic de esta noche: habrá que poner la intensidad a la misma temperatura o más que el rival, por mucho que hablen perrerías del equipo de Gattuso. El viejo giocatore di centrocampo se distinguió justo por eso: por su capacidad estratega en las batallas y su olfato para la sangre, dicho sea de nuevo sin segundas ni sin dobles intenciones.

Mira el Athletic este partido como el camino de vuelta a casa, si se juzga la cantidad de eliminatorias que han cruzado en los últimos años. Ni se recuerda ya cuándo fue la última vez en que cayó en una eliminatoria a una sola carta pero no convendría que los elegidos –Valverde parece apuntar hacia una alineación de lujo, como cuando a uno le sacan la cubertería de plata al visitar casa ajena mientras él llega con unas botellas de vino de primera...– se sintiesen inmortales sin demostrarlo. Espejito, espejito por tercera vez.

Bilbao echará de menos hoy las noches de Copa en San Mamés, de eso no cabe duda. Habrá que arremangarse en el sofá ante la pantalla (iba a poner el televisor pero ese electrodoméstico está ya casi en desuso, casi como el abrevadero...) con la misma fe de siempre. Ese, el cuarto espejo de la afición pujante, es el que nos falta. Quedémonos con los otros tres. Y con la idea de que Athletic de hoy puede ser el renacido.