S preciso valorar el título de la Supercopa, el trigésimo sexto título del Athletic en competición oficial, por la forma en que se ha logrado, tras ser capaz de minimizar y batir a Real Madrid y Barcelona, pero sobre todo por lo que significa en cuanto a demostración de la capacidad para mantener competitivo en pleno siglo XXI y en el complejo, globalizado y mercantilizado fútbol un proyecto, un modo de ser y entender, único en el mundo. Ninguno de los dos triunfos obtenidos en el plazo de cuatro días frente a dos de los cuatro primeros -Bayern, Barcelona, Juventus y Real Madrid- clubes del ranking mundial de la FIFA en este enero de 2021 hubiese sido posible sin los intangibles de la rebeldía frente a la dificultad, de la unidad y el compromiso ante los retos, de la capacidad de sacrificio y trabajo, del convencimiento en las posibilidades propias, con que el Athletic reflejó sobre los céspedes de La Rosaleda y La Cartuja características y peculiaridades de la sociedad vasca, de la que se nutre y a la que representa más allá de un resultado, de un éxito. También cuando, en plena celebración del triunfo, jugadores, técnico e institución reconocen reiteradamente copartícipes en este, sin dejar a nadie atrás, a aquellos -exjugadores, anterior cuerpo técnico, la afición forzosamente ausente...- que habiendo colaborado de un modo u otro en su consecución carecen hoy de un protagonismo directo. Ahora bien, la rotunda demostración de ambición y enorme esfuerzo sobre los que, con disciplina estajanovista pero también con una excelente comprensión y ejecución del juego, el Athletic ha sumado un trofeo más a una historia sin parangón y vuelve a asombrar en el fútbol hoy global no debe hacer que el título de la Supercopa difumine las asimismo constatables dificultades que el club enfrenta y que solo hace cinco días parecían sumirle en una crisis no solo deportiva y de consecuencias impredecibles. La situación económica, tambien derivada de la pandemia; la que se intuye, pese al desarrollo tecnológico, cada vez más distante y fría relación con la masa social, verdadera propietaria del espíritu rojiblanco; la adecuación y actualización continua, no solo en infraestructuras, del vital trabajo de formación y captación... El diseño, en definitiva, del modelo que proyecte al Athletic de esta década exige en todos los ámbitos de gestión rigor, esfuerzo y compromiso idénticos al desplegado en la Supercopa por el equipo.