LA presentación pública de la controvertida Isabel Díaz Ayuso como próxima presidenta de la Comunidad de Madrid ha logrado hacer olvidar por unas horas las sospechas disparadas contra ella en relación a los escándalos del PP madrileño y las controvertidas intervenciones de su campaña electoral, meses atrás, que la pusieron en la picota por su inconsistencia argumental. Ayer, la que hoy será nueva presidenta reeditando el tridente que suma al PP el respaldo de Ciudadanos y Vox, desplegó un ejercicio de populismo en el que no faltó el milagro de los panes y los peces ni los señuelos habituales del discurso nacional-derechista de la nueva derecha y la vieja ultraderecha españolas. En el primer apartado, su programa de reforma fiscal que contempla reducir en 300 millones de euros la recaudación del tramo autonómico del IRPF está seriamente reñido con el incremento del gasto en los ámbitos sanitario, educativo o de vivienda que implican las medidas prometidas. No hay duda de la absoluta legítimidad de reivindicarse como liberal en el modelo económico, pero simultáneamente no es serio pretender pasar por una defensora del Estado social y los servicios públicos porque, sencillamente, las cuentas no lo consienten. Abanderar ambas estrategias implica limitar una de ellas al mero enunciado, sin programa de aplicación factible, lo que lo convierte en un brindis al sol. En esa línea su anuncio de mantener la tarifa plana de 50 euros en la cotización a la Seguridad de los nuevos autónomos durante dos años, que redundará en profundizar su déficit. En el aspecto de los señuelos ideológicos, la nueva presidenta anunció que Madrid será un muro contra el independentismo, eludió el término violencia machista, abrió la puerta a que las familias no lleven a clase a sus hijos si las materias contradicen sus convicciones morales o religiosas, anunció el mayor control sobre los inmigrantes menores no acompañados o la delirante consejería de Justicia, Interior y Víctimas del Terrorismo, que anunció con el objetivo de “plantar cara a quienes pretenden tergiversar la historia y manchar su recuerdo”. Mensajes todos de escaso talante social y ni siquiera liberal pero sí orientados a satisfacer un imaginario colectivo que se esfuerza en construir el relato de la derecha española. Un ejercicio de populismo en las formas e inanición de soluciones reales en el fondo.