ERÁ casualidad, pero las dos últimas victorias del Athletic (las únicas en diez partidos) se han producido con los siguientes jugadores en la alineación titular: Morcillo, Villalibre, Sancet, Vencedor y Balenziaga, por citar en primer lugar a los que son suplentes habituales, además de Nuñez, Capa, Dani García y, claro, Unai Simón. Estos últimos actúan con mayor o menor asiduidad, pero al contrario que los anteriores no suelen verse abocados a intervenir en fechas esporádicas o a conformarse con ejercer el papel de sustitutos a falta de veinte o menos minutos para el pitido final.

La víspera de la visita del Atlético de Madrid, en estas páginas se sugirió la conveniencia de que Marcelino emplease las siete últimas jornadas de liga para completar el análisis del grupo a su cargo. Se decía que "€va siendo hora de que se efectúe una valoración ajustada de cada jugador, de que se aborde en profundidad un quién es quién. Es el momento de fijarse en los hombres y no tanto en los nombres por la sencilla razón de que estos últimos, para bien o para mal, han mostrado cuál es su auténtico nivel"; no así muchos de los que el domingo se enfrentaron al líder de la categoría. La reflexión terminaba así: "Le compete acometer esa revisión de una jerarquía que a estas alturas, tal cual está diseñada, se sabe el juego que da, hasta dónde alcanza, y es evidente que no lo hace para satisfacer las expectativas. Por si todavía persistiese alguna duda sobre el auténtico potencial de los favoritos de Marcelino, que uno por uno coinciden casi plenamente con los de Garitano, basta con remitirse a las Garitanodos finales de Copa aunque también resultan aleccionadoras las ligas recientes y la presente. La plantilla, tal cual es, posee potencial, pero reclama una gestión distinta. O sea, que le vendría bien un meneo".

Estas líneas se redactaron sin demasiada esperanza porque los antecedentes, cuanto ha ocurrido desde enero, no invitaban a ello. La densidad del calendario brindó múltiples ocasiones para que Marcelino transmitiese cierta confianza a los menos asiduos y no lo hizo. Los resultados de su política ahí están, son la consecuencia directa de la paulatina e irreversible pérdida de energía e inspiración del bloque titular. La segunda unidad, lo que en argot futbolero se denomina "carrito del pescado", ha sido un simple parche aplicado en situaciones límite, una fórmula de alto riesgo porque llevaba aparejada la total desfiguración de la fisonomía del equipo tipo.

La identidad del visitante tampoco auguraba el once que se anunció una hora antes del partido. Al fin y al cabo, era muy parecido al que cuatro días antes compareció en el Villamarín, solo incluía tres novedades, las de Iñigo y Dani García, cantadas. Y cómo no reparar en que muchos de los elegidos no están acostumbrados a enlazar partidos como titulares con tan escaso margen de tiempo para la recuperación. Por poner un ejemplo, en la vigente temporada Sancet no había disputado dos partidos seguidos hasta ahora. En la etapa de Marcelino, tampoco Morcillo y Villalibre, de salida al menos, aunque este segundo sí que ha saltado regularmente del banquillo.

Pese a que se arrastraban varias bajas por lesión, apartado al que inesperadamente se agregó Raúl García, uno quiere pensar que por fin este fin de semana Marcelino quiso someter a una prueba seria, de veras exigente y al mismo tiempo sugestiva, a los chavales que hasta la fecha permanecían a expensas de los consagrados, esos futbolistas cuyo protagonismo descansa más en la existencia de un escalafón que en el rendimiento. Esta observación viene refrendada por la trayectoria del Athletic en las campañas más recientes. Si se realizase un examen individualizado, la conclusión resultaría más contundente. A uno le cuesta recordar un curso donde piezas indiscutibles como Muniain o Williams se hayan comportado como tales en veinte o veinticinco citas oficiales. ¿Qué sucedería si se concediese semejante número de titularidades a Villalibre, Sancet, Morcillo, etc.?