S de agradecer que la cordura se abra paso entre tanto disparate. Estuvo bien el intento que en ese sentido protagonizó Mikel Balenziaga, la primera persona de dentro que ha tenido la oportunidad de hablar en público tras el episodio de la semana anterior. Partió de la premisa de que no es plato de gusto ver al club dando la nota y se afanó en reclamar la unidad de todos los estamentos a fin de invertir una dinámica perniciosa que no solo afecta al plano deportivo sino también al institucional.

En efecto, como señaló, ahora la prioridad es centrarse en el próximo partido y obtener un resultado que permita cambiar una percepción negativa muy extendida. Sin duda que ganar al Levante elevaría el ánimo, al menos momentáneamente. Tres puntos más en el casillero servirían para aligerar el pesimismo reinante y acaso ver las cosas de manera distinta. Lograrlos depende únicamente de los jugadores y de quien les dirige sobre el campo. A la afición, la prensa, la directiva o el director deportivo, todos ellos citados por Balenziaga, no nos queda sino permanecer a la espera de que se hagan realidad esas buenas intenciones que desgranó en el micrófono de Lezama.

Hasta aquí la reflexión del veterano se antoja impecable, fácil de suscribir. Tampoco faltó a la verdad Balenziaga cuando sostuvo que el curso acaba de empezar y que por lo tanto existe un amplio margen de maniobra. Cabría añadir que igual de amplio que el margen de mejora del equipo, tras comprobar su comportamiento hasta la fecha. Hubo sin embargo una parte de su discurso que invita a discrepar. Fue esa en que defendió que el follón al que contribuyeron en mayor o menor medida algunos miembros de la plantilla (nunca se sabrá el número) y los responsables de dirigir la entidad, es agua pasada y, como alecciona el refranero, ese agua no mueve molino.

“No nos va a aportar más, no suma”, manifestó el futbolista. Es posible que con esas palabras quisiera dar a entender que se ha puesto el punto final a lo que se ha dado en llamar caso Llorente. Bueno, pues entonces cabría responderle que no está del todo claro que así sea. Hay que pensar que esta era la segunda ocasión en que a nivel interno el Athletic, sus actuales mandos, se planteaban la opción de que el delantero volviese a Bilbao. ¿Por qué no puede haber un tercer intento? Vista cuál es la voluntad de algunos de los implicados y de qué dimensión el déficit de criterio o la volubilidad que desprende el funcionamiento general de la entidad, quizá sea mucho esperar que el tema haya quedado definitivamente olvidado. Al respecto, conviene no despreciar el “nunca se sabe” que deslizó Alkorta preguntado precisamente por si contemplaba que la operación se reabriese coincidiendo con el mercado invernal.

Pero la conclusión de que un episodio de esta naturaleza ni “aporta” ni “suma” es muy discutible si se analiza con perspectiva, esto es, con espíritu constructivo. Acaso no son los profesionales del fútbol quienes nos han contado mil y una veces que de las derrotas se aprende, incomparablemente más que de las victorias o el éxito; que es de las actuaciones deficientes de dónde se extraen lecciones; que el tropiezo y el error se han de valorar como una oportunidad para crecer, superarse, tomar impulso y tratar de eludir en el futuro que se repitan situaciones semejantes.

Pues a ver si toman nota. Bastante desalentador es contemplar al equipo braceando lejos de la orilla para que encima los encargados del timón demuestren no saber ni dónde está el norte.