L parte diario que nos da cuenta de las andanzas del virus se puede interpretar de muchas maneras, pero alentador no es. El número de contagios recuerda al que tanto respeto infundía meses atrás, cuando estábamos encerrados y a verlas venir. También es verdad que el de los muertos es incomparablemente más bajo. Será por esto último que se palpa otra sensación, no se percibe aquel temor, ni la desconfianza hacia el prójimo. Hoy pateamos la calle, la actividad social se ha disparado aunque siga habiendo una serie de normas de carácter restrictivo. Hay ganas de salir. Es verano. En medio de la escasez de trabajo, período vacacional. Todas las precauciones que asumimos de buen grado en primavera han ido perdiendo fuelle y se señala a la juventud porque en las malas a alguien hay que señalar. Por encima de un evidente déficit de directrices sensatas y nítidas para reglar el comportamiento, se dice que la irresponsabilidad de los chavales es lo que engorda el dichoso parte diario.

También el fútbol está de vacaciones. Bueno, no en su totalidad, pues hay torneos continentales pendientes a punto de arrancar y un lío curioso que afecta a la Segunda División porque, vaya por dios, el virus hizo acto de presencia en la jornada que cerraba el campeonato. Pero en lo que nos incumbe, el Athletic, sí que el fútbol está de veraneo. Desde luego que sí. A ver a quién no le han llegado imágenes de los jugadores gozando de su merecido descanso. Poses grupales o individuales reflejando lo felices que son, desinhibidos ellos y sus parejas.

Esas fotos sugieren que se encuentran haciendo lo que toca por las fechas que corren. Se divierten y han escogido un paraje acorde a su nivel adquisitivo, como sucede cada año, ni más ni menos. Sin embargo, da la casualidad de que precisamente este año no es como los anteriores y acaso sea esta la razón de que esa impúdica exteriorización de su ocio haya provocado una cascada de comentarios y opiniones donde se les pone de vuelta y media. Porque aparecen todos juntitos, sin separaciones ni mascarillas, porque hacen ostentación de vestimentas y adornos, porque en definitiva no se han parado a pensar que con la que está cayendo quizás podían haber evitado exhibirse, que es algo que cada vez se lleva más entre los deportistas de élite. Se diría que de un tiempo a esta parte los futbolistas se empeñan en emular a actores y cantantes, pero se nota que entre sus gastos no figura el dedicado a la asesoría de imagen.

Los jugadores son como los demás jóvenes, esos que salen por aquí a pasárselo bien, pero en realidad, atendiendo a su estatus social y profesional, la afirmación no se sostiene. El único denominador común es la edad, nada más. De hecho, los primeros estuvieron sometidos a un tratamiento fuera del alcance de los segundos (y de la inmensa mayoría de la población) enfocado a garantizar su salud a toda costa, pues el balón debía rodar. Y cumplieron. Aceptaron un régimen de convivencia diaria muy estricto, previamente cedieron un pequeño porcentaje de sus ganancias para beneficio del club y trabajaron en sus domicilios para estar a tono de cara a una especie de pretemporada, y finalmente completaron el tramo que faltaba de liga en un calendario saturado.

Ojalá que el día, muy próximo ya, en que están convocados en Lezama no haya noticias de positivos. En otros clubes ya han saltado unos cuantos y la tendencia induce a esperar más casos. Los jefes del negociado han previsto que la nueva temporada empiece el 12 de septiembre, un cálculo que a día de hoy se antoja optimista. Cierto que la vez anterior, en plena crisis sanitaria, se infravaloró la capacidad organizativa del fútbol, aunque entonces el retorno a la actividad normalizada se produjo directamente desde el confinamiento, mientras que el nuevo intento pillará a los protagonistas recién aterrizados de las vacaciones, con las chancletas puestas.