UNA de las causas de la larga serie de resultados negativos del Athletic guarda relación con el balance defensivo. Desde que visitase el Santiago Bernabéu, donde empató a cero, todos los rivales con los que se ha cruzado en liga han hallado algún resquicio para marcar en su portería. Son ya seis jornadas recibiendo gol, lo que dada la escasa puntería propia supone una gran pega para sacar adelante los partidos. En la primera mitad del campeonato, compensó la discreta producción rematadora poniendo el candado en su área. Lo hizo en ocho ocasiones, que son muchísimas, y le fue muy bien. Desde que dejó de blindarse el asunto ha adquirido un cariz cuando menos inquietante.

Por ahora no se percibe nerviosismo en el entorno, pese a que Gaizka Garitano admita públicamente la incomodidad que siente a título personal. Si no se mira hacia abajo es porque se confía en que más pronto que tarde el equipo reaccione en la línea de lo sucedido el año pasado; además, sigue habiendo una respetable distancia respecto a la frontera que separa la permanencia del descenso y, en vísperas de viajar a Granada, no es cuestión de pinchar el globo de la ilusión que ha generado la Copa.

Sin embargo, solo desde la inconsciencia cabe obviar el valor que encierra el derbi de mañana, por la trascendencia matemática de los puntos en juego y, sobre todo, por su influencia en la moral de los jugadores. Tras nueve intentos baldíos, ganar se ha convertido en un objetivo urgente.

Y el recordatorio de que el Athletic, con defensa de cuatro o con tres centrales, ha perdido eficacia en la faceta que le señalaba como uno de los conjuntos más fiables de la categoría, se ha de ligar a las particularidades del anfitrión de Mendizorrotza.

El club vecino tampoco es un dechado de virtudes en materia ofensiva, de hecho lleva dos goles más que los rojiblancos. Primos hermanos, por tanto. Hasta guardan cierta similitud en la forma de repartirse el acierto, pues son contados los futbolistas de una y otra plantilla con peso específico en esta asignatura anotadora.

En realidad, la dependencia de los puntas es más acusada aún en el Alavés. Lo que en principio se interpretaría como una limitación, también constituye un argumento que merece atención e infunde respeto. Es cierto que Lucas Pérez y Joselu acaparan el 72% de los goles, pero esto es posible porque llevan nueve goles por barba, cifra muy meritoria en un conjunto modesto, diseñado para eludir apuros. El máximo realizador del Athletic, Raúl García, está con seis, uno más que Williams y dos más que Muniain.

El fútbol nos ha enseñado que anticipar el desarrollo de un partido y descifrar la calidad de un melón sin abrir viene a ser lo mismo. A pesar de ello, neutralizar la envergadura de Joselu y la vivacidad de Lucas se antoja capital para aspirar a reconciliarse con el triunfo.

No, no parece descabellado asociar la suerte del Athletic a las andanzas de la citada pareja.