EL Athletic es un equipo de ritmo. Es bueno cuando revoluciona el partido, cuando ahoga al rival. El domingo vimos un bloque más parado y con escasos argumentos. Lejos de lo que vio el míster, yo vi un equipo plano y con muchos problemas para defender ante el Valencia. Es verdad que el rival es un buen conjunto y jugaba en casa, pero los leones no estuvieron bien; para mí, mal. Es normal y no hay que rasgarse las vestiduras. No se puede pasar de un grupo sin sentido a uno que lo gane todo. Está bien echar la vista atrás y recordar lo mal que se ha pasado.

No fue un buen domingo. Lo anticipamos al ver la alineación: las bandas iban a sufrir. Esa fue la constante durante gran parte del duelo. Los rivales juegan; en este caso, mucho. El Valencia no ha brillado esta campaña en liga, pero muchos de los partidos que ha empatado los podía haber ganado. Su calidad es indiscutible y los cambios no solo aguantan el nivel, sino que lo pueden mejorar. Pese a esto, el Athletic no rindió como todos esperábamos.

El equipo de Marcelino aprovechó las debilidades de los rojiblancos como pocos lo han hecho en la etapa Gaizka Garitano. El asunto es saber si el asturiano es muy listo o se lo pusimos muy fácil. Para mí, lo segundo pesa más que lo primero. De todo se aprende.

El asunto del centro del campo y la creación de juego es un tema a estudiar. No acaba de llegar la fluidez necesaria. Solo ver a Parejo muestra el camino de lo que debe hacer un futbolista que juega en esa demarcación. Es la gran asignatura pendiente de un conjunto que trabaja a más no poder y es fiel a los mandatos de su técnico. El próximo viernes llega el Espanyol y será en San Mamés donde, ante los aficionados, debe darse un paso adelante. Que así sea.