SI hace un año me dicen que Podemos iba a propiciar que salieran adelante los presupuestos del Gobierno vasco, me hubiera entrado un ataque de hipo seguido por otro de risa. Y miren por dónde, hoy es el día en el que el acuerdo está hecho. A cambio, según se nos dice, de reubicar doscientos millones de euros aquí o allá, los parlamentarios morados se abstendrán en la votación, y las últimas cuentas de la legislatura quedarán aprobadas. Será para bien de la ciudadanía, pues aunque la prórroga no supondría un tremendo drama, un presupuesto con todas las de la ley implica, contándolo en trazo muy grueso, que el aumento de recaudación se puede incorporar sin necesidad de hacer cabriolas contables ni de tirar de ñapas legislativas como ocurrió para el ejercicio aún corriente. Ni que decir tiene que la formación liderada por Lander Martínez pagará un peaje por su flexibilidad. De entrada, los representantes de Ezker Anitza dentro del grupo parlamentario llamado Elkarrekin Podemos se han borrado del consenso y votarán en contra junto a los de EH Bildu y, ejem, el Partido Popular. Item más, dentro de las propias filas de Ahal Dugu se están dejando oír desde el minuto uno tras el anuncio del pacto, encendidas invectivas apoyadas en la consabida martingala de postrarse de hinojos ante el neoliberalismo corrupto del PNV y bla, bla, requeteblá. Y fuera, lloverán hostias como panes de quienes hace doce meses se retiraron de un acuerdo muy parecido a este y, por descontado, de los guardianes de la ortodoxia sindical basada en el río eternamente revuelto. En todo caso, el último juicio será, y muy pronto, en las urnas.