GabonakZorionakUrte Berri Onon line

Mientras me envuelve la morriña con la añoranza de mis postales, reparo en que tampoco uso ya llave de coche ni auriculares con cable, que mi reloj analógico es pura almoneda y que ya no escucho música en CD ni LP en tocadiscos vintage de mi juventud.

Y yendo de adioses, ya ni me acuerdo de cuándo consulté el último mapa en papel, busqué una aclaración en una enciclopedia tradicional o un sinónimo en un diccionario con hojas tuneadas por el paso continuo de las yemas de mis dedos. Me resisto a abandonar mis lecturas con olor a tinta y todavía no he renunciado a humedecer mi dedo índice para deslizar con parsimoniosa delicadeza de terciopelo la próxima hoja, pero sé que desde mi escritorio la tableta me envía señales de superioridad indisimulada; sabe que vencerá y que más pronto que tarde diré adiós al papel.

También hace ya mucho tiempo que no firmo cheques y que no solo los billetes y monedas están en su declinar, sino que incluso mi tarjeta plástica de crédito-débito empieza a ser una antigualla como forma de pago.

Las cabinas telefónicas tiempo ha que son piezas de anticuario, casi de museo, pero claro, también hace mucho que no uso un teléfono de teclas, ni me envían un fax ni corto teletipo; y cada día leo más periódico on line, como prefacio del pronto obituario del periódico-papel. Y ni me acuerdo de mi despedida de las fotos impresas para almacenarlas ahora en carpetas digitales en el ordenador o en el teléfono.

Tantas cosas que van desapareciendo o al menos difuminándose para convertirse en solo recuerdos, quizá vivos, pero solo recuerdos.

Ahora que ya casi estamos olvidando saludarnos con un par de besos o con un efusivo abrazo de los que rozan los corazones o mirar la sonrisa franca, añoro una Navidad que no me hablase de miedos, controles, precauciones ni contagios, sino de explosión de alegría por volver a ver a mis queridos.

Decía G. K. Chesterton que "hay algo que da esplendor a cuanto existe, y es la ilusión de encontrar algo a la vuelta de la esquina". Frente a esos muchos adioses definitivos, espero, como Chesterton, que a la vuelta de la esquina encontremos pronto otra vez la Navidad, que no sea una nostalgia, sino realidad sin embozar.

nlauzirika@deia.com@nekanelauzirika