Reconozco que pertenezco a esa mayoría que no lee las instrucciones de los electrodomésticos ni del aparataje informático, que sería lo importante por necesario para caso de mal funcionamiento; pero, del mismo modo, confieso mi exasperación cuando fallan y no me atienden con urgencia, aunque el fallo sea tan liviano que de haberme leído las instrucciones podría arreglarlo yo misma. Puede que, en situación de emergencia, hasta lea la información y logre la solución. En vez de lo necesario, hago lo urgente como importante.

Como tantos millones de ciudadanos/as agradecidos, aplaudo la extraordinaria actuación de los sanitarios y amplío mi visión panorámica sobre la actuación de otros colectivos profesionales: bomberos, panaderos, farmacéuticos, cajeros/as de supermercados, repartidores, ertzainas€, a quienes reconozco encomiásticamente su comportamiento en estos críticos momentos. Cierto, la urgencia revaloriza la acción de estos profesionales, y aunque estaban ahí, nos reservábamos el necesario agradecimiento diario.

Al albur de la actual pandemia, los centros de investigación biomédica mundiales se han lanzado a una frenética carrera para conseguir remedio contra el covid-19. Antivirales, antiinflamatorios, anticuerpos, proteínas de membrana, bloqueantes de la proteasa€ metas a conseguir para lo que todo son prisas de urgencia, y ciertamente la hay. Hasta el conseguir una vacuna en tempo normalizado de seguridad se nos antoja tan largo que los científicos, equipos de investigación, farmacéuticas y gobiernos están exprimiendo su capacidad para lograr una solución rápida-rápida, aunque sea saltándose algunos pasos habituales para conseguirla; ahora parece que importan menos los procedimientos de seguridad. Los posibles 25 millones de parados más en el mundo y el colapso de las finanzas mundiales, esto sí, llama a rebato.

En España, tras el pico presupuestario "casi un espejismo" de 9.662 millones de euros para investigación en 2009, se pasó a 6.400 en 2012 con un descalabro de aportaciones para los centros de investigación, entre ellos los biomédicos. Lo urgente era salvar el culete a los bancos y lo necesario, seguir investigando creando riqueza, se postergaba. Como algunos dirigentes ven la investigación básica tan solo como edificio-laboratorios con su instrumental, pensaron que cuando la crisis económica se recuperara también lo haría rápidamente la investigación; pero olvidaron lo esencial, ¡a los investigadores! Así que, cuando los fondos dejaron de fluir, estos se fueron a los países que sí querían seguir investigando. Israel un 4% de su PIB, Alemania 2,9%, Japón 3,2%€, mientras aquí apenas si alcanzaba 1,3%, con un 70% aplicado a tecnología militar y del resto más de un tercio sin gastar. Resultado: los presupuestos de 8 años de no-investigación dejan ahora sus cadáveres, y recuperar investigadores resultará laborioso.

En pasado mes de febrero se presentó un plan 2021/2027 de I+D+i con proyección, pero ahora nos atrapa la urgencia de sacar adelante la vida que de nuevo posterga lo necesario, porque hoy lo importante es la emergencia sanitaria.

Viendo a la ciudadanía entregando con ardor su capacidad personal y profesional de emergencia para hacer lo necesario, me pregunto por qué no se pone similar empeño de forma cotidiana, y por qué comparadas con otras partidas, la ciencia y la investigación son una prioridad "de tercera" para el bolsillo de esta misma ciudadanía. De continuar así, cuando el coronavirus rebrote en noviembre nos puede volver a pinchar duro con sus puñeteras puntitas proteicas.

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