STE verano que se nos fue (¿este qué?, se preguntarán los más suspicaces, vista la broma pesada de la climatología...) dejó su huella. Todos los veranos la dejan. Vistos los balances, diremos que hubo menos gente en las playas o los arenales y visto el congreso que ayer abrió sus puertas en el palacio Euskalduna - el Bilbao Bizkaia Beer...-, diremos que hubo menos cervezas en las barras del bar. Es más, la noticia es que Bilbao, tan vinícola, será este fin de semana algo más barrilícola, si se me permite hacer semejante estropicio con el lenguaje.

He escrito la noticia es... y no se me cae la cara de vergüenza. Si lo miramos con perspectiva y con ancha panorámica estas informaciones que nos rodean sí que lo son, pero noticias de verdad verdadera, informaciones de las gordas, son el material con el que trabajan -y con las que se juegan el pellejo casi a diario...- la periodista filipina Maria Ressa y el ruso Dimitri Muratov, que ayer fueron reconocidos con el premio Nobel de la Paz que conceden cada año, por sus esfuerzos para salvaguardar la libertad de expresión y, por extensión, la democracia y la paz. ¿Paz, con la fama de cascarrabias que gastamos los periodistas...? Con un verano frío, unas cervezas que llegan con retraso a nuestras barras de bar, solventado el escollo, al fin, de la emergencia sanitaria y los periodista que, en busca de la verdad, han dado con el camino hacia la paz puede edificarse una columna extraña como ésta, rara avis en los tiempos que corren. Les hablo de un pilar sobre el que se sujetan un par de buenas noticias y la constatación de que el verano de Bilbao tiene la vida corta, tan corta como el rabo de una lagartija. Por eso da hasta cierto pudor llamar a aquellos días verano, pero mientras el calendario no diga otra cosa o no marque otro son, no hay otra salida que valga. Veamos si no llueve el día de la Amatxu.