A ciudadanía ha estrujado el magín y el zumo de tanto pensamiento ha sido ese: mover el esqueleto. Puede decirse que su propuesta viene rodada, habida cuenta que, abierto el turno de propuestas, se han pedido un skate park en Miribilla y un carril bici para subir del Ayuntamiento al parque de Etxebarria. Un monopatín y una bicicleta, cualquiera diría que es la carta a Olentzero o la lista de deseos de un cumpleaños.

Ambas ideas que entrarán en vigor son dinámicas, como si las sugerencias llegasen de las capas más jóvenes y atléticas de la sociedad. ¿Será que los deseos son fruto de edades más tempranas y que las personas van conformándose con lo que tienen, con lo que hay, a medida que pasan los años? Parece que la esperanza -para lograr que cambien las cosas, sin ir más lejos...- es una sentimiento propio de quienes tienen más futuro por delante que años por detrás pero es solo eso, un parecer, un espejismo. Al fin y al cabo, bien mirada la esperanza le pertenece a la vida, es la vida misma defendiéndose. Y en este caso, comprenderán, no hay edad que valga.

A la hora de la adversidad no pierdas la esperanza porque la lluvia cristalina cae de las nubes negras, dice un poema persa. Por mucho que uno se lo diga en verso, ya ven, algunos viejos amigos me aseguran que no es tiempo de sonrisas. Ahí está el error. Esperanza no es lo mismo que optimismo. No es la convicción de que algo saldrá bien, sino la certeza de que algo tiene sentido, independientemente de cómo resulte. Y la práctica del ejercicio físico en los desplazamientos tiene el aire del sentido común.

Que no se detenga la vida, que no pare. Si uno mira las peticiones el movimiento es el mayor de los anhelos. La petición de incremento del wifi municipal, sin ir más lejos, es el sueño de que nuestro mensaje llegue allá donde pongamos el ojo o que el ocio nos llegue de cualquier rincón de la tierra. Es el esqueleto de las ideas el que también quiere agitarse. Lean, lean, si quieren, otras sugerencias. Un parque infantil y los cuidados de la salud mental de los adolescentes, una vida más plena para las mascotas que nos acompañan (que también nos invitan al desplazamiento con su paseos...) y así todo un ajuar de actividades que nos llevan a una vida en movimiento continuo, como si fuese que alguna de esas leyes de la física vital se empeñase en demostrarnos que pararse es la auténtica condena.