OS primeros hospitales fueron refugios para personas necesitadas o albergues para viajeros y la palabra proviene del latín tardío, hospitale, que significa "casa de huéspedes o posada." El paso del tiempo cambió los usos y las costumbres y el asunto varió aunque sigamos hablando de lo mismo: los cuidados de la salud. Hoy esos lugares, de los que en tantas ocasiones hemos hecho caso omiso, amenazan ruina. No por la decadencia de quienes trabajan intramuros ni por la bancarrota de los medios que se disponen. Ruina porque el mal que nos acecha descarga entre sus cuatro paredes a un sinfín de heridos de guerra, si se me permite el uso de la expresión ahora que en la calle ha hecho fortuna la idea de que estamos ante la Tercera Guerra Mundial.

¿Entre quienes? Da miedo solo con imaginarlo: entre la humanidad y la naturaleza. Los historiadores han hecho uso de la expresión para referirse, desde el último tercio del pasado siglo, a asuntos tan peliagudos como la Guerra Fría,? la guerra de Corea,? la crisis de los misiles en Cuba, o la guerra contra el terrorismo. Sin duda aquellos fueron campos minados pero nada que ver, en su influencia, con el peso pesado, la covid.

Al término de la Segunda Guerra Mundial, ¿recuerdan?, el Comité Internacional de la Cruz Roja y la Oficina Internacional de Documentación Médico-Militar solicitaron la destrucción y prohibición de las armas de destrucción masiva, tres años después de que el Congreso Internacional de Microbiología de 1947 declarara su rechazo a las armas biológicas. La naturaleza, ajena a otras leyes que no sean las suyas, se han saltado ese rechazo. Y nos llena los hospitales por encima de las capacidades de atención. Ahora oímos cómo cruje el techo por tanta ocupación y temblamos aún más cuando nos advierten que siguen llegando caídos. Da miedo.