A vida en tiempos de pandemia se nos ha convertido en una subasta y sus incertidumbres, uno de esos momentos en los que nunca sabes si la tuya es la mejor oferta o no. Estamos condenados a la dura convivencia con un coronavirus con el que sí, puedes salir de paseo, siempre y cuando midas hasta dónde y de qué manera. Es lo que acaban de decirnos, que septiembre ha sido un mes ensayo en el que se ha comprobado que asomándose a la terraza de la prevención podrás ver el mar de la vida ordinaria. De momento, eso sí, no puedes pegarte un baño o ni siquiera mojarte los pies.

El filósofo griego hedonista Epicuro de Samos ya nos explicó, allá por los años de la Grecia clásica, que debemos buscar a alguien con quien comer y beber antes de buscar algo que comer y beber, "pues comer solo es llevar la vida de un león o un lobo". Basta con que uno le lea y se atañe a las normas de convivencia de hoy en día para que te entre el complejo de fiera salvaje. Visto cuáles han sido los efectos de las medidas tomadas durante este mes nos aseguran no que irá suavizándose la cuesta sino que no vamos a subir más metros. Y para más inri, visto el patio, a uno le queda la sensación de que además hay que aplaudir y celebrarlo.

En la calle estas historias se debaten menos que en los púlpitos. Basta con que uno se pasee entre los convecinos y cruce cuatro palabras para escuchar cuál es la mayor preocupación, más allá del cuidado a los mayores, asunto que ya se tenía en cuenta incluso en la Grecia clásica de Epicuro. Se cruzan apuestas sobre si para la primavera venidera ya habrá vuelto o no la vida de antaño, como las golondrinas del poema. No tengo vocación de aguafiestas pero escuchando a uno u otro en el clan de los sabios científicos o sociólogos me dan ganas de gritarles algo así como ¡abran los ojos, no volverá jamas!