TIRARÉ de memoria para desenfundar la cartuchera de los recuerdos. Eran mis viejos tiempos de estudiante, cuando la curiosidad recorría todo el universo que alcanzaba a ver, a oír, a sentir. De aquel entonces recuerdo que universidad era un término procedente de la misma fuente que universo, de la palabra en latín universus, que significa todo, entero. Una universidad se abre de par en par hacia infinidad de campos, no es coto vedado sino campo abierto. Ya sé que las priopridades de hoy, por desgracia y también un poco por cortedad de miras, son otras, pero permítanme que les recuerde que la universidad no sería digna de ocupar un lugar en nuestras instituciones sociales, si el cultivo de las ciencias y de las letras se mirase como peligroso bajo un punto de vista moral, o bajo un punto de vista político. No digo que sea el motor esencial del siglo XXI pero sí que hemos de cuidarla como un santuario donde se venera a los dioses de la inteligencia, la intuición y el conocimiento.

Ayer, en el centenario del nacimiento de Mario Benedetti, se celebró también el nacimiento de un nuevo curso de la UPV/EHU, el último que liderará Nekane Balluerka. En la ceremonia de apertura se habló del mundo sobre el que orbita la realidad. Se miró al futuro. Picado por la mosca de la curiosidad, como les dije, busqué hilos de conexión. Benedetti también fue un hombre académico. Tras el Golpe de Estado en Uruguay de 1973 renunció a su cargo en la universidad, pese a ser elegido para integrar el claustro. Es más, por sus posiciones políticas abandonó Uruguay, partiendo al exilio en Buenos Aires, (Argentina). Lo que les dije: no podemos dejar que la realidad y sus secuaces profanen el templo si no tienen las manos limpias. Suerte al nuevo curso.