IRAD a la derecha y a la izquierda antes de cruzar. En el alambre de la incertidumbre nos movemos estos días, sin bien saber hacia dónde ir con la mascarilla a cuestas. La esperanza aligera el paso pero el miedo calza botas de plomo y ahí estamos, mirando hacia el pabellón Revilla del hospital de Basurto, donde hoy se alojan las precauciones y hacia los bares, donde hombres y mujeres ya cogen por la cintura a las jarras de cerveza y brindan por haber atado en corto la pandemia. De vez en cuando el nudo se deshace. No será porque no estábamos advertidos de la posibilidad. El virus maligno no se ha ido por mucho que haya perdido musculatura, nos dijeron. Una verdad como un templo, como se ha visto ahora.

Todo dependerá de nuestro buen quehacer, de nuestra buena voluntad en la convivencia y los aciertos de la ciencia. No por nada, la ciencia de laboratorio es una fuerza moralmente neutral. Es capaz de convertir la superficie del planeta en un matadero, pero también puede convertirla en un vecindario amable. En esa segunda baza apostamos. ¿Cuánta gente de Bizkaia no tiene la segunda vivienda en Cantabria o el hábito de acudir a las playas de aquellas tierras para el reposo del guerrero? Castro Urdiales, Laredo o Noja son tierras vecinas que esperan con los brazos abiertos la llegada de quien bien les quiere. Por ahora las leyes dice no. De momento el lunes entrante es la fecha elegida para el intercambio de afectos en carne y hueso pero los pequeños rebrotes, los repuntes de última hora, piden cautela. Quieren medir bien el trasvase, como es lógico. A la vista está que la ciudadanía espera como agua de mayo la apertura del corredor. Sería un síntoma más de victoria sobre los días negros que ya clarean. No conviene precipitarse. El virus es un polizón y hay que mirar bien bajo las ruedas del camión y en la bodega.