ANTO tiempo llevábamos quietecitos y en silencio, más allá de los aplausos y melodías de homenaje o de protesta y de los llantos por las ausencias, que se había levantado cierta expectación por conocer los nuevos planes del Gobierno. Una nueva forma de vivir, avisaban. La nueva normalidad en el horizonte. Sin fechas exactas que llevarse a la boca del calendario, sin una agenda de horarios y con cierta incertidumbre sobre el qué sí y qué no, ayer se anunciaron los cambios. Llega la hora, dijo el presidente. Y en el aire flotaba una sensación que lo inundaba todo a medida que iba hablando de fases y flexibilidades, de quién manda y quién da las órdenes: llega la hora de Frank Sinatra. La hora de My way.

Lo que quiere decirse es que los territorios avanzarán a paso de tortuga o con zancadas de gigante, según la realidad que les rodee. El horizonte son las seis semanas para que podamos abrazar esa nueva normalidad que gasta nombre de religión emergente. Y que no habrá gobierno que controle la vida en estampida que se cierne sobre nuestras cabezas con espíritu de cuartel, centímetro a centímetro. El avance dependerá, en gran medida, de que seamos aplicados en los comportamientos y conscientes de que seremos nosotros, la ciudadanía, la que ha de ser responsable, actuando a su manera.

No hay porqué dudar. Es casi seguro que habrá gente sensata y otros que dan razón a ese meme de Carlitos que ha hecho fortuna estos días. Carlitos y Snoopy está sentados a la luz de la luna bajo las estrellas. Carlitos dice: "Hay por ahí muchas personas inteligentes" y Snoopy, puro sentido común, responde: "... Muchos, pero la mayoría son asintomáticos". No hay porqué, les decía. La humanidad, mirada en toda su extensión, está repleta de buena gente, pero permítanme que les lance una pregunta: ¿Qué ocurriría si ahora nos dijesen que Hacienda está sobrecargada y que somos nosotros mismos los que debemos calcular si nuestra declaración sale a pagar o a devolver sin consecuencia alguna?