CUANDO era estudiante, los de mi edad y yo mismo escuchábamos constantemente la historia de que si trabajábamos duro y lo hacíamos bien -y, por supuesto, si íbamos a la universidad y obteníamos un título- tendríamos un trabajo seguro de por vida. Por aquel entonces, la idea de que una persona que tuviera un título universitario no conseguiría un trabajo era absurda. Si una persona con estudios universitarios no tenía trabajo era porque no quería. Aquella verdad de entonces parecía evidente, pero hoy los estudios requieren una mirada moderna, la concepción de que la universidad no es un tiro seguro. Más al contrario, lo que vienen a decirnos es que hacen falta estudios de tamaños mayúsculos si uno quiere buscarse una salida laboral. Lo que vienen a decirnos es que no basta con el cumplimiento ,sino que es necesario una apuesta mayor, más elevada.

Basta con escuchar a la UPV/EHU para comprender las actuales exigencias. No en vano, desde la universidad nos advierten que allí mismo, a la hora de diseñar un trabajador o una trabajadora del futuro hace falta una predisposición más alta que la habitual. Al fin y al cabo, dice, no quieren educar para hoy: su pretensión es formar para hoy y para mañana.

De esa idea nace la sensación de que una formación simple cojea, lo que invita a pensar en formaciones de doble grado que enriquezcan las enseñanzas y los aprendizajes derivados de las mismas. Es una manera de fortalecer los estudios que nacen de esas aulas más elevadas. Y no solo de fortalecer sino de constatar que hacen falta conocimientos de mayor escala para que los estudiantes recién licenciados y licenciadas puedan manejarse en una sociedad que pide una cualificación muy precisa a la nueva clase trabajadora. Ese es el reto del porvenir más reciente. formarse más allá de la realidad de hoy, convertirse en alguien útil para mañana.