EN estos días electorales de palabras al viento se escuchan milongas y otras letras de tango cargadas de promesas o de llantos, según de donde proceda la cuna del compositor. “Así es el tango, sabés, de ayer y de hoy, requiebro y pena de amor. Si no entendés, escuchá lo que te digo, que los barrios son testigos de que cuento la verdad”, cantaba Homero Manzi, uno de los grandes. A quien responda que el tango es una música del ayer, avejentada y fuera de onda, y que a las urnas llaman mañana, también se le puede invocar la voz de Lírico, un rapero integrante de Violadores del verso que cantaba algo así como “Rappers en sus barrios, saben superar plusmarcas, saben ganar con las malas cartas”. Para todos hay un barrio.

No en vano cada votante tiene en su corazón una calle que se ha robado de los barrios de su infancia. Algunos se fueron y otros allí siguen; algunos se resignan y otros se levantan en armas de protestas y reivindicaciones. Para una vez que la política se mancha los zapatos, dicen, que nos escuchen. Son hombres y mujeres que creen que su barrio merece un destino distinto. Que un día de estos van a unirse todos y el destino cambiará. No falta quien recuerda los barrios obreros de las ciudades, cuando se sembraban con banderas rojas, la gente se iba reuniendo y se iban logrando cosas.

Hoy las cosas son distintas, cada cual va a la suya aunque aún quedan reductos rebeldes. Zorrotza es uno de esos lugares, con el paso a nivel de sus pesares a cuestas. Y Rekalde, que invoca para un día de estos una manifestación que pide la llegada del metro. Son asuntos domésticos, cuestiones de la política en zapatillas que preocupan a la ciudadanía algo más que las alianzas entre partidos, los planes estratégicos o la vieja Europa y sus tejemanejes. Son el pan suyo de cada día.