DURANTE muchos años fue, dicho sea con permiso de Elia Kazan, Marlon Brando y Vivien Leigh, un tranvía llamado deseo. Hoy, cuando el largo serpenteo del tranvía de Bilbao ha conquistado el corazón del pasaje con las vistas que ofrece, su agilidad y la capacidad para ir y venir a la hora justa, se maneja su crecimento. Quieren convertir a este fabuloso medio de transporte en una anaconda de amplias capacidades, dándole una longitud de 32 metros para las horas punta, cuando la ciudadanía extiende su uso hacia San Mamés, hacia el recinto festivo de Aste Nagusia o hacia los futuros destinos que nazcan cuando se cierre el anillo rodado. La intención, como ven, es dar respuesta a cada circunstancia de uso.

Ningún hombre, ninguna mujer sabia o valiente se coloca en las vías de la historia y espera a que le pille el tren del futuro. La ciudadanía espera, más bien, en el andén a que pase esta suerte de tren utilitario repleto de embarques y desembarques, salpicado de accidentes, sorpresas agradables en algunos embarques, y profundas tristezas en otros. La demanda de más espacio en tiempos de necesidad es algo propio del pueblo, una petición a la que la Administración dará respuesta, como mandan los cánones.

Es curioso, cuando nació el moderno tranvía de Bilbao -hubo otros, ¿se acuerdan?, con trole incluido...- hubo voces discrepantes. Ya está el metro, decían unas. Es lento e interfiere en la calzada, apuntaban otras. Poco a poco el personal fue descubriendo sus propiedades, esas que enlazaban el Casco Viejo, el mercado de La Ribera, el Teatro Arriaga, la estación de Abando, el Museo Guggenheim Bilbao, el Palacio Euskalduna, el propio San Mamés, la Escuela de Ingeniería de Bilbao (UPV/EHU), la Universidad de Deusto o el hospital de Basurto. Un sinfín de puntos cardinales de uso diario.

Hoy, cuando enfila hacia el futuro, llega la tentación de mirar tiempo atrás, cuando el tranvía U52 fue construido en 1932 y tuvo su uso en Bilbao hasta 1955, desde la iglesia de San Antón hasta el hospital de Basurto a través de Bilbao La Vieja y Autonomía. Tras ser vendido al tranvía de Sóller (Islas Baleares), en 1999, con el patrocinio de BBK y Euskaltel, se volvió a adquirir para su restauración y exhibición. La visita del viejo tranvía se debió a la filmación de la película Un tranvía en SP, basada en la novela homónima escrita por Unai Elorriaga. Entonces empezamos a imaginarlo de nuevo.