LA escena es legendaria, sobre todo para el fútbol argentino, tan amante de la épica. “Bienvenido maestro, lo estábamos esperando...”. Con estas pocas palabras ya míticas, Diego Armando Maradona, a unos días de convertirse en campeón del mundo, brindaba el ingreso en el césped de Ricardo Enrique Bochini, del Bocha Era el minuto 85 de la semifinal del Mundial de México 1986 entre Argentina y Bélgica, día en que Maradona disputó uno de sus mejores partidos de siempre. Recuerdan que entre ambos tiraron una pared antológica. Jugó con una camiseta número 3 que le venía grande. Él, aquel del que dicen que fue el mejor 10. Se pondrá de pie cuando el Bocha salte al césped para recibir el séptimo One Club Man Award cuando el Bochaque concede el Athletic, una nómina asombrosa en la que ya militan Matt Le Tissier, Paolo Maldini, Sepp Maier, Carles Puyol, Billy McNeill y Ryan Giggs.

¡Qué curiosidad! San Mamés también llevaba tiempo a la espera de que apareciese sobre el césped ese Mikel Vesga que tantas promesas llevaba en su botas. Lo hizo hace menos de una semana, cuando lució frente al Atlético de Madrid. Ayer mismo reconoció el centrocampista, que es más un 8 que un 10, que quizás llevase algo de razón San Mamés cuando le ha mirado con feos ojos. “Saben mucho de fútbol, por algo lo habrán hecho”, dice. Con modestia.

Hoy, cuando el Athletic afronta la última cordada (cuatro partidos solo...) para hacer cumbre en Europa, esperan que Vesga se aparezca de nuevo, que juegue con la misma solvencia y fluidez con la que jugó hace una semana. Vesga no tendrá esa visión única del Bocha, el hombre que era capaz de hacer visible un pase que a ojos del resto de futbolistas y aficiones, era invisible. No la tiene. Pero sí tiene fútbol suficiente, como ha demostrado, para abrirse paso en un Athletic que sueña.