UENTA la leyenda que hace unos cuantos años un joven se acercó a una venerable anciana en Nueva York y le preguntó: "¿Es usted Greta Garbo?". La mujer se le quedó mirando un largo rato y acabó sentenciando: "Yo fui Greta Garbo". Viene al caso la anécdota en estos tiempos de pérdidas, de historias que pudieron ser y no son. O lo que es peor, no se saben cuándo volverán a ser. Ahora que se acaban de cumplir los treinta años de la muerte de La Divina y 109 años desde que el Athletic, en un día tal como el de ayer, logró su quinto título de Copa en 1911 en una final disputada en Jolaseta frente al Espanyol, la pregunta puede lanzarse de nuevo: "¿Es usted el rey de Copas, Athletic?". Mientras el fútbol da palos de ciego con respecto a su futuro más inmediato (cuándo podrán entrenar de nuevo los clubes profesionales, cuánto pierden de tensión los partidos a puerta cerrada, cuánto una final de Copa, qué pasará con los contratos, bien con la televisión, bien con los propios jugadores que acaban esta temporada...), esta es justo la pregunta que más le interesa a la afición del Athletic. La única en una campaña tan oscilante como esta. El próximo sábado iba a responderse en una final tan inédita como apasionante. Hoy no sabemos cuándo y la pregunta sigue en pie.

Estaba escrita una intensa novela de suspense, una de las grandes, con páginas milagrosas (los dos partidos frente al Elche y el Tenerife, con el protagonista al pie del precipicio); gestas prodigiosas como el derribo del gigante (triunfo frente al Barcelona en el que quizás sea el partido, hasta la fecha, en el nuevo San Mamés); giros de la trama cuando parecía, entonces ya sí, que el Athletic iba a morder el polvo en Granada. Una gran novela, rematada con la final, ahora in albis, frente a la Real Sociedad. El derbi vasco en la cumbre. El partido que iba rematar las últimas páginas, el desenlace. La última actuación de Greta.

Ya sé que el fútbol es más que el momento puntual de un partido y que harán falta múltiples soluciones. Qué hacer con los contratos que penden de un hilo, qué con las renovaciones que parecían cantadas y con los adioses que parecían con fecha fija. Cómo jugar en el futuro y cómo ver a los que juegan. Incógnitas y más incógnitas. Ya lo sé. Pero con esa final entre los dientes se hace duro pensar en la gestión. Al fin y al cabo, a la inmensa mayoría le preocupan más los hospitales, los ERTE, la familia en el alambre... Solo la final hubiese detenido el runrún de incertidumbres de estos días en la cabeza de la inmensa mayoría de la afición que hoy tanto añora Sevilla.

Habrá que pedir a quienes tienen la última palabra un ejercicio de imaginación. Qué se yo, una inspiración del estilo de aquellos rocambolescos guiones del añorado José Luis Cuerda -hagan memoria, Amanece que no es poco, sin ir más lejos...- que den con el final más honroso para esta historia. Hombre, el final está escrito. Lo que interesa ahora es dar con el tono, con la manera de narrarlo. Si desde algunos foros han solicitado para este sábado una versión de la final jugada desde los balcones entre Bilbao y Donostia no estaría mal que quienes tienen la última palabra apuren hasta la última idea posible para que la final se juegue con todas las de la ley, con dos pueblos encontrándose en la calle y sobre el césped. No tenemos prisa. Lo que hay es ilusión en conserva.