E picó la presidenta de la Comunidad de Madrid más que un calcetín de ortigas. Y todo porque el lehendakari recordó que su hacer y deshacer fiscal es puro dumping. Que padecen, por cierto y sobre todo, el resto de las comunidades que comparten con ella el régimen común.

Como a poco imaginativa le esprintan pocos, la presidenta madrileña se agarró al topicazo que hace fortuna en España para justificar sus desdichas en las virtudes ajenas. Si son las vascas, especialmente. Lo que Isabel Díaz Ayuso calificaba ayer en Twitter de "fiscalidad a la carta" no entiende o no sabe que es el modo en el que los territorios vascos se relacionan con el Estado español. Del mismo modo que el vínculo de Madrid es la capitalidad, el único modo de relación político-administrativa plausible de los territorios vascos es el foral. Todo lo demás, en el pasado y en el futuro, es mera imposición. Mientras esa construcción administrativa desgajada de su entorno que es la Comunidad de Madrid es poco corresponsable, los territorios vascos asumen la obligación de la suficiencia en sus cuentas. Aquí no hay rescate de nuestro estado del bienestar por la vía de la inyección de recursos compartidos, como ocurre en el ámbito del régimen común, al que pertenece Madrid. Madrid se sostiene castigando los servicios públicos y por el foco de riqueza en torno a su capitalidad, auténtico aspirador de recursos -aquí parafraseo a Pedro Luis Uriarte- de las comunidades con las que linda; casualmente -o no- las de la España vaciada. Los territorios vascos, con su especificidad fiscal y todo lo que usted quiera, han construido su bienestar en torno a la actividad económica industrial y servicios derivados del sector secundario transformador, frente al peso de la administración y el resto de servicios terciarios que han crecido en el epicentro del Estado haciendo menguar a su perímetro. Eso sí es competencia desleal.