ASI a diario asistimos a un recital de reproches contra los responsables de la gestión de la pandemia en Euskadi. Imagino que algo parecido pasará en otros sitios, pero da qué pensar algunas actitudes que aquí se padecen sistemáticamente. El caballo de batalla ahora es la vacunación. No porque se proponga un modelo más eficiente o rápido o fiable. Basta con proclamar que el que se aplica en Euskadi no es bueno. Son los que pedían más prisa para vacunar y no dicen, aunque lo saben, que hoy esa fórmula tiene en algunas comunidades paralizadas las segundas dosis más allá de la fecha que les tocaba, con el riesgo que implica, porque las han puesto todas como primera dosis. No dicen, aunque lo saben, que el orden de prioridades de colectivos viene dictado por la Comisión técnica de Sanidad, no por el Gobierno vasco. No dicen, aunque lo saben, que las vacunas llegan asignadas a colectivos concretos y no a quien le dé la gana a Osakidetza. No dicen, aunque lo saben, que no se puede vacunar con cualquier vacuna a cualquier grupo de edad. No dicen, aunque lo saben, que el suministro no está garantizado más allá de diez o quince días y la planificación de la vacunación no puede ir más allá. No dicen, aunque lo saben, que la presión lobista de intereses sectoriales, profesionales y sindicales, es insolidaria. Y, si lo saben pero actúan como si no, nos mienten por omisión.