A cultura del pelotazo no es exclusiva de un país ni de una generación. Es endémica de la condición humana la expectativa de forrarse en el menor tiempo posible, con el mínimo esfuerzo y todas las dosis de buena suerte que hagan falta. Hasta el punto de que se ha convertido en un buen negocio gestionar esa ansia lo mismo para obtener movilizaciones que emolumentos jugosos. Pero lo más curioso es cómo el marketing de algunos que lo practican lo disfrazan poco menos que de movimiento social, casi de revolución. Es comprensible que siempre queda mejor decir que uno le da lecciones al "capital", a las grandes agencias inversoras, a los aprovechados de los mercados bursátiles. Pero, detrás de todo, lo que resulta imprescindible es que miles de pequeños aspirantes a brokers bursátiles se pongan en manos de un gurú que, detrás de la retórica, infla el valor de sus inversiones. La capacidad de distorsionar los mercados de inversión -vía Reddit, por ejemplo- convierte en héroes de clase a meros especuladores. ¿Y sus donaciones millonarias arrebatadas al gran capital para destinarlas a elevados fines sociales? No es el caso. Ni suyo, ni de quienes se suman en busca de un pelotacillo más discreto. Cuando la riada de entusiasmo termine, en los charcos quedarán los restos depreciados del ahorro de miles de ciudadanos que no lo publicitarán en las redes sociales.