O se trata de que demos por amortizado el impacto de la crisis por el coronavirus en nuestro sistema sanitario ni de que perdamos la precaución en manos de la necesidad profundamente humana de recuperar estándares de normalidad. Pero al margen de estos aspectos, toca pensar también en las palancas que nos permitan paliar primero y combatir después el coste social de la emergencia. Para ello debemos ser tan sinceros con nuestra visión del mundo ideal como para ponerle coto. Es precisa una estrategia paliativa que aminore el coste social del parón económico. Nuestros clientes y proveedores, así como los consumidores de nuestros productos, tienen la espalda pegada a la pared. El coste en actividad y empleo no ha tocado fondo o, al menos, no va a rebotar por sí solo. Hacen falta las coberturas sociales de las que disponemos y alguna nueva, como el ingreso mínimo vital, allí donde no las había. Pero también es imperioso reactivar nuestra capacidad de generar riqueza. Limitarnos a repartir la existente desde la solidaridad solo asegura equipararnos por abajo, no rescatar el modelo de bienestar. Y crear riqueza es una labor que nace de la mejora, no del ahorro. Las estrategias de costes laborales bajos no sirven en Europa: los hay menores fuera. Es la innovación, la formación tecnológica, la industria y servicios de vanguardia lo que puede hacer palanca.