LEGADOS a este punto, después de dos meses largos de estado de alarma y a falta de uno escaso para el final de la desescalada no parecía que lo oportuno fuera romper la baraja de Sánchez por muchas cartas marcadas que tenga. La última prórroga aprobada retrata ya una realidad exigua en votos para el Gobierno de PSOE y Unidas Podemos. Se han gastado todos los malabares y también todos los agravios posibles pero se han beneficiado del sentido común ajeno para sacar adelante el procedimiento de reactivación de la sociedad. Consciente de ello, Pablo Casado ha jugado con las cartas del rival, sabedor de que su escenografía del apocalipsis era un vistoso fuego de artificio que no sumaba con Vox lo suficiente para bloquear el estado de cosas. Casado no habría soportado el coste de provocar la barra libre en el desconfinamiento. Cada cual ha lanzado sus cartas sobre la mesa con más o menos teatro. La derecha, llamando a la indignación; el soberanismo catalán, ultrajado; el español de Ciudadanos, feliz de ponerse de puntillas para mirar a los ojos al presidente. Los vascos, apuntándose el tanto de la cogobernanza en lugar del mando único -PNV- o satisfechos con la promesa repetida de derogar la reforma laboral -EH Bildu-. Sánchez no debería sacar la impresión equivocada de que puede seguir ganando manos de farol.